Grupo de mendigos
Olvidado durante dos siglos, este pintor lombardo fue redescubierto a partir de la década de 1920 gracias a tres exposiciones. La primera de ellas, celebrada en Florencia en 1922, estuvo dedicada a la pintura italiana de los siglos xvii y xviii e incluyó una de sus obras maestras, La lavandera de la Pinacoteca de Brescia, que despertó la curiosidad del público y de la crítica. Posteriormente, Roberto Longhi profundizó en su figura y en la de otros pintores con un entorno artístico similar en la muestra celebrada en Milán en 1953 con el sugestivo título de Los pintores de la realidad en Lombardía. Ocho años más tarde y ya en París, Ceruti ocuparía un lugar destacado en la muestra que analizó el Settecento italiano.
Ceruti cultivó la pintura religiosa y el retrato. De esta última faceta el Museo tiene en su colección una pareja de bustos procedentes de la colección Martinengo de Brescia. Sin embargo, el interés de este pintor está marcado por una amplia serie de lienzos, muchos ellos de gran formato, que tienen por tema la representación de las clases más desfavorecidas de la sociedad (mendigos, pordioseros, campesinos, enanos, vagabundos...) y de los oficios más humildes, figurados con una gran dignidad y realismo y sin ningún tipo de concesión a las convenciones. Ceruti tiene una capacidad única para describir fragmentos de la vida cotidiana de estos pobres sin descender nunca a aspectos anecdóticos y manteniendo siempre una óptica humana. La denuncia social que detectamos en sus óleos, tal y como subrayó Mina Gregori, no se encuentra exenta de significados morales al exponerse la miseria como condición y forma de vida. En este sentido también se ha hecho referencia a posibles connotaciones literarias y que pudieran esconderse tras algunas telas cuya clave hoy desconocemos.
La crítica ha tratado de analizar las raíces e influencias que pudieron convergir en la confección de estos temas, en los que se retrató el entorno en un tono muy distinto al que utilizan otros pintores de su tiempo. Entre los artistas que se han mencionado como fuente de inspiración se encuentran el danés Bernhard Keil, los italianos Antonio Cifronti y Pietro Bellotti y especialmente el francés Jacques Callot, de cuyos grabados Ceruti se sirvió para algunos de sus trabajos.
Uno de los problemas que surgen al estudiar esta galería de vagabundos y pordioseros es el de la clientela a la que podían estar destinados los cuadros. En el caso de este Grupo de mendigos sabemos, no obstante, que fue adquirido en Venecia por un coleccionista alemán, el mariscal Matthias von Schulenburg. Por los inventarios de este personaje, que atesoró en su numerosa colección unas veinte obras de Ceruti, conocemos que estaban registradas bajo el epígrafe de «Pinturas modernas ilustres». Este hecho ha llevado a pensar que su ejecución se debe a encargos hechos ex profeso al pintor, circunstancia que también se repitió en la serie encomendada por la familia Avogadro. El lienzo fue trasladado desde la residencia del mariscal en Venecia a la de Berlín, en el palacio Schulenburg, siendo subastado en Londres en 1775. Desde entonces, y antes de ingresar en la colección Thyssen-Bornemisza en 1975, pasó por dos colecciones británicas: la de Malcolm Waddingham y la de Vincent Korda. Entre ambas, según parece, estuvo registrada en Francia, donde fue atribuida a Louis Le Nain.
En esta pintura, que fue dada a conocer por Volpe en 1963, Ceruti une la inestabilidad de las posturas de los dos personajes masculinos a la inestabilidad misma de sus vidas. A diferencia de otros cuadros, ha sustituido el fondo de paisaje urbano o campestre por un fondo más acorde con sus figuras y con sus harapientas ropas. La gama reducida de color, en la que predominan los marrones, ocres y pardos, contribuye a dar mayor verismo, si es que ello es posible, a sus tres mendigos. El lienzo, una de las obras maestras del artista y de la Colección, es un magnífico ejemplo en el que se sintetiza el humanismo con el que Ceruti trató estos asuntos. Estos tres ancianos, con actitudes que oscilan entre la laxitud y la resignación, tienen, según dice Rosenbaum, «un porte heroico distintivo de una estoica dignidad», una cualidad que tal vez evidencia una actitud personal del pintor hacia este desahuciado sector social.
Mar Borobia