San Francisco recibiendo los estigmas
Antonio di Manfredo da Bologna, conocido como Antonio Pirri, es un pintor de origen boloñés del que se sabe bastante poco. El único dato que hasta el momento se conoce de él es que estuvo en Nápoles en 1511. Sin embargo, su figura ha sido incluida en los trabajos de Venturi y de Longhi, y su personalidad ha sido objeto de estudios individualizados como el de Bargellesi en 1953 y el de Martini de 1961. En su catálogo de obras figuran algunas pinturas firmadas: dos en el Museo Poldi Pezzoli de Milán y otra en una colección particular en la que se representa a San Pablo y san Antonio ermitaños. A partir de estos dos óleos la crítica le ha atribuido otras obras, casi todas en colecciones privadas. Entre las características más destacables del pintor, cuya actividad parece que se desarrolló en las dos primeras décadas del siglo XVI, se han detectado en una primera fase influencias de Francesco Zaganelli, y en una segunda, de tendencia más clásica, la de los artistas ferrareses Francesco Francia y Lorenzo Costa.
Esta pintura que procedía del comercio de arte italiano se adquirió en 1977 con la atribución a Antonio Pirri. Un año antes, en 1976, Mina Gregori situó la tela en la segunda mitad de la década de 1520 y llamó la atención sobre el paisaje con el que se cierra el episodio y en el que el pintor ha empleado una gama azulada y terrosa donde detectó componentes venecianos.
San Francisco recibiendo los estigmas fue un capítulo popular de la vida de este santo nacido en Asís en 1182. Hijo de un comerciante, abandonó las comodidades que le ofrecía su herencia familiar para fundar una de las órdenes mendicantes con mayor número de seguidores. San Francisco fue canonizado dos años después de su muerte, en 1228, y su biógrafo fue Tomás de Celano. San Francisco murió en el convento de la Porciúncula, lugar próximo a Asís, donde se reunía con sus discípulos. La estigmatización del santo se produjo en 1224, en el monte Albernia, paraje donde se había retirado y en el que tuvo lugar la visión detallada por Tomás de Celano. Allí san Francisco vio a Cristo en una cruz con seis alas que flotaba en el aire. En ese momento, en su costado, manos y pies se reprodujeron las llagas de Jesucristo. Pirri reproduce ese instante en el que Cristo emite de sus heridas finos rayos que se imprimen en el cuerpo de san Francisco y que producen diminutos resplandores que nos indican las lesiones. El santo, arrodillado, con gesto inmutable, alza su mirada hacia la cruz. El exterior donde tiene lugar el suceso milagroso se organiza con peñascos y moles rocosas entre las que corre un idílico río encargado de introducirnos en los últimos planos donde se perfilan los edificios de una ciudad, así como unas montañas. Los términos más próximos a este rincón agreste y terroso se pueblan con pequeños animales como conejos, patos, cisnes, cigüeñas, ciervos, una tortuga próxima al río o una serpiente que se acerca al santo, y que nos recuerdan el don que san Francisco tenía con los animales, los cuales se amansaban ante su presencia.
Mar Borobia