Retrato de la condesa María Benedetta di San Martino
Pompeo Batoni era hijo de un orfebre cuyo oficio paterno le sirvió para iniciarse en la practica del dibujo. Sin embargo, su primera formación dentro del ámbito de la pintura tuvo lugar con dos pintores locales: Domenico Brugieri y Giovan Domenico Lombarda; después con diecinueve años se trasladó a Roma para ampliar conocimientos. En Roma, donde desarrolló por completo su carrera, llegó a ser una celebridad por sus retratos. Sus clientes fueron, en muchas ocasiones, británicos que hacían el Grand Tour y para los que estas telas, donde se les representaba elegantemente, rodeados de fragmentos clásicos, eran no sólo un recuerdo más de su viaje, sino también una imagen en la que se sintetizaban sus inquietudes artísticas. Batoni, además del retrato, género por el que es particularmente conocido y apreciado y al que se dedicó con más intensidad en la década de 1750, practicó la pintura de historia. Uno de sus primeros encargos en la capital italiana fue una pintura de altar con la Virgen y el Niño y cuatro santos para la iglesia de San Gregorio al Celio. Pompeo Batoni, por lo demás, estudió con intensidad los trabajos de los pintores más sobresalientes de los siglos xvi y xvii, como Rafael, Guercino o Guido Reni, que marcaron su formación, así como la escultura clásica, cuyos dibujos vendió y que, junto con fragmentos arquitectónicos, estarán presentes en más de uno de sus retratos.
El retrato de la condesa Maria Benedetta di San Martino está firmado y fechado en 1785 y es uno de sus trabajos de madurez inscrito en su última etapa creativa. La identidad de la mujer se ha podido desvelar por la inscripción en letra cursiva colocada un poco más abajo de la firma de Batoni. El lienzo, que estuvo registrado en Roma entre los descendientes de la condesa, formó parte de la colección del arquitecto Andrea Busiri Vici, donde estaba en 1964, cuando participó en una exposición monográfica dedicada al artista en Lucca. En 1973 se localiza en Alemania, en Múnich, y cuatro años más tarde, ingresó en la colección Thyssen-Bornemisza, formando parte del conjunto de pinturas de Daylesford House, en Gran Bretaña, donde estuvo expuesta en la escalera principal de la mansión.
Batoni para este retrato ha elegido un interior oscuro donde su modelo aparece sentada. Las únicas referencias clásicas en este caso se ciñen a dos objetos: la mesa, cuya encimera ocupa un cojín encarnado, y una taza próxima al borde del mueble. En esta vistosa imagen, el espectador se siente atraído por el delicado pero contrastado cromatismo con que el pintor ha realizado el traje de la condesa: un azul alegre que combina con una delicada gama plateada. De esta mujer de ojos vivarachos, que luce un amplio escote, llama la atención el elaborado y sofisticado peinado que luce. El pelo recogido, voluminoso y alto, está decorado con perlas, con un prendedor azul que hace juego con su traje, y se remata con un pequeño ramillete de rosas. Tanto la postura de la modelo, su puesta en escena y el peinado, se han comparado con otro retrato tardío del pintor, fechado en 1786, donde se representaba a la Marquesa Barbara Durazzo Brignole.
Mar Borobia