Paisaje de invierno
Paisaje de invierno ingresó en la colección Thyssen-Bornemisza en 1977, un poco después de Paisaje con tormenta, la otra obra que el Museo posee de Marco Ricci. La pintura se adquirió en el mercado de arte italiano, justo a finales de 1977, y había pertenecido a la colección romana de Alessandro Morandotti, donde fue reseñada por Pallucchini en 1956. Precisamente fue ese historiador el primero que dio a conocer la tela, junto con otras procedentes de colecciones privadas. Por lo demás, Pallucchini, en su artículo, la publicó con la atribución actual y la fechó en el último periodo de actividad del pintor. La pintura, pese al sugerente comentario del crítico italiano, no ha sido objeto de atención en estudios posteriores, donde se ha ido puliendo el catálogo del artista.
Esta variedad de paisaje nevado, donde se pone en evidencia la dura climatología, fue, junto a las tormentas, vistas de bosque con viajeros, puertos y escenas pastorales, uno de los temas con fortuna dentro del repertorio de Marco Ricci. Sobre este aspecto, la crítica ha resaltado el papel que pudo desempeñar en su concepción y desarrollo el conocimiento de la pintura holandesa, donde ese tipo de representaciones, con gran tradición, crearon un subgénero. A este respecto se ha mencionado la posibilidad de un estudio directo de estas imágenes por parte del pintor italiano durante sus desplazamientos a Inglaterra, aunque también se ha sopesado el entorno del pintor durante su juventud.
Marco Ricci, pese al gran formato que eligió para presentar su escena, ha optado por una composición sencilla en la que llama la atención el monocromatismo con el que ha construido el paisaje. Pallucchini relacionó la vista con las del valle de Piave y destacó en ella la paleta restrictiva donde predominan los grises y los azules, y en la que se reserva la gama de marrones, pardos y tierras para la escasa vegetación que brota entre la densa capa de nieve que cubre la tierra. El paisaje recoge a su juicio la soledad de los grandes espacios alpinos, que en este caso no se ve enturbiada con la discreta presencia de campesinos con su ganado y de los viajeros con sus mulas. Ricci reproduce una gran extensión de terreno que va acotando con una serie de planos marcados por las pequeñas lomas, colinas y montañas, con el objetivo de dirigir nuestra vista hasta el final de la tela. A la izquierda, en los primeros términos, Ricci coloca los troncos altos y desnudos de unos árboles, que compensa en la media distancia con una densa espesura. El crudo invierno que describe, al que ha añadido un suave viento que dobla las pocas hierbas que han sobrevivido, así como las ramas, no parece tener continuidad en las figuras que animan el paisaje y que, a diferencia de la pintura producida en Holanda, no acusan las inclemencias del medio en el que se desenvuelven.
Contini ha fechado la pintura un poco antes del inicio de la década de 1730. Este historiador tomó como punto de referencia una serie de trabajos de principios de los años veinte con los que el óleo del Museo guarda similitudes en su concepción. También tuvo presentes los dos viajes del pintor a Inglaterra, en los que no se ha descartado un contacto directo con la pintura holandesa a su paso hacia Gran Bretaña.
Mar Borobia