Ciervo en los montes Adirondacks
El famoso libro del reverendo bostoniano William Murray Adventures in the Wilderness (Aventuras en la naturaleza salvaje), publicado en 1869, donde narraba sus aventuras de caza y pesca en los Adirondacks, provocó un creciente interés por visitar la zona. Winslow Homer, un gran aficionado a la pesca, pasaba varias semanas cada año junto a su hermano Charles en los bosques de estas montañas del estado de Nueva York, desde que en 1886 se hicieron socios fundadores del North Wood Club, un coto privado de caza y pesca. Estos parajes septentrionales, de bosques desiertos con lagos y ríos de una belleza inigualable, le inspiraron casi un centenar de magníficas acuarelas en las que plasmó tanto escenas de pesca o de caza del ciervo, como de la devastación de los bosques por parte de la industria maderera.
En Ciervo en los montes Adirondacks, Homer capta magistralmente la silenciosa calma del lugar solamente perturbada por la presencia de un ciervo nadando sobre las tranquilas aguas y un perro dirigiendo la presa hacia el cazador, desde la orilla opuesta.Como ha escrito David Tatham, la caza del ciervo fue un tema recurrente de las acuarelas de Homer entre 1889 y 1892. Pintadas en su totalidad del natural, representan diferentes momentos de la característica forma de caza del ciervo con perro. Según esta práctica, hoy prohibida, el perro desviaba al ciervo hacia el agua, donde le esperaban los cazadores dentro de una barca. A pesar de que en las pinturas de esta serie asoma en ocasiones la presencia humana, los verdaderos protagonistas eran siempre los habitantes naturales de los bosques.
Esta obra formaba parte de un conjunto de más de treinta acuarelas que compró en 1890 el célebre coleccionista de Boston Edward W. Hooper, y permaneció en propiedad de su familia hasta 1978.
Paloma Alarcó