Retrato de David Lyon
Lawrence fue el gran retratista del la escuela inglesa del siglo XIX y un puente entre las tendencias del XVIII, de las que es heredero, y la nueva estética que trajo la centuria. Lawrence tuvo un talento natural para la pintura que afloró a una edad temprana y que se puso en evidencia en varios dibujos, a lápiz, ejecutados a corta edad. En la ciudad de Bath, donde la familia del joven artista se había trasladado en 1780, empezó a pintar retratos al pastel, se inició en el óleo y estudió a los grandes pintores en las colecciones de la ciudad. Thomas Lawrence se trasladó a Londres en 1787, pasó por la escuela de la Royal Academy y empezó a exponer en ese mismo año, causando sus obras, por su energía, una gran sorpresa en los círculos artísticos. La cautela con que la crítica lo recibió se transformó en admiración cuando, en 1789, presentó su primer retrato de cuerpo entero, el de Lady Cremone, que le sirvió de acreditación para que la reina Carlota le encargara el suyo, que terminó en 1790, cuando el pintor tenía veintiún años. Lawrence se convirtió en la figura del momento; protegido por los monarcas, no tardó en hacerse un nombre y pronto le llegaron los encargos. Al año siguiente fue elegido miembro de la Royal Academy, de la que fue socio de pleno derecho en 1794. Sus pinturas parten del gran estilo creado por Reynolds pero en ellas el artista transmite al espectador la impresión personal que sus modelos le suscitan. Entre sus cualidades más llamativas resalta la idealización con la que retrató a sus clientes, innata en la concepción que Lawrence tenía de la pintura y ajena al halago, así como la alta calidad de las texturas, distintivos ambos que hicieron del artista el preferido del público femenino.
El lienzo procede de la colección de Miss. Carnegy-Arbuthnott, y fue subastado en Christie’s en 1980, para entrar en la colección Thyssen-Bornemisza un año más tarde, con destino a Daylesford House. El Retrato de David Lyon es una pintura de madurez, ejecutada en la última etapa del pintor, de la que nos han llegado obras de gran calidad y bella factura. La pintura fue abonada a Lawrence en 1828 y, según parece, David Lyon Jr. ingresó en la cuenta del pintor la elevada cantidad de setecientas guineas. El pintor, por aquel entonces, ya había retratado al padre de este joven, justo diez años antes, con un busto que quedó sin concluir.
El artista ha colocado a su cliente en un amplio y tranquilo entorno natural, para infundir a la imagen, como es característico en él, un aire de distinción y de elegancia que se consigue con la pose y con la indumentaria del joven. La figura resulta estilizada y atractiva, a pesar de haber elegido una postura sencilla y llena de naturalidad. El pintor confiere a la cabeza una presencia que refuerza con el gesto, con la viveza de los ojos y con la potencia de la mirada; el cabello largo, agitado por el viento, y la prolongación de las patillas proporcionan a este joven un aire romántico. El pintor, en esta última fase de su carrera, ha prescindido de los alardes técnicos de sus primeras obras y transcribe con sencillez el paño de la levita, la piel que la ribetea, así como la superficie de los zapatos; áreas en las que se detecta una gran habilidad, aunque su apariencia no resulta excesivamente trabajada.
Mar Borobia