Escena callejera (Kurfürstendamm)
Hacia mediados de la década de 1920 la paulatina evolución de George Grosz hacia formas más realistas le acercó a la Neue Sachlichkeit (nueva objetividad), el movimiento que apareció a partir de la mítica exposición programática del mismo nombre, organizada por el activo director de la Kunsthalle Mannheim, Gustav Hartlaub, y que definiría toda una época. La muestra, que reunió a un grupo heterogéneo de artistas alemanes con el interés común de romper con el expresionismo a través de una nueva figuración objetiva, se inscribe dentro de la tendencia generalizada de vuelta al orden que se manifestó en Europa en los años veinte, pero que, a diferencia de otros países, en Alemania adoptó un fuerte espíritu de denuncia social.
La guerra había supuesto para Alemania cinco millones de muertos y un millón de mutilados, por lo que la gran mayoría de la sociedad alemana se vio afectada. Tras la derrota militar y la abdicación de Guillermo II, Berlín permaneció como capital de la recién creada República, cuya constitución se estableció en Weimar en 1920. Si durante los primeros días de la Gran Guerra las calles de Berlín se habían llenado de jóvenes exaltando las bondades de la contienda, que veían como un sacrificio purificador, cuatro años después su imagen era bien distinta. La capital alemana se convirtió en un lugar de luchas políticas, enfrentamientos callejeros y disturbios sociales, motivados por la pobreza y la inflación creciente.
Es lógico que durante esos años de revolución política y moral, de grandes frustraciones y grandes esperanzas, se despertara un exacerbado espíritu crítico y una nueva concepción del arte como arma política. George Grosz, como muchos de sus contemporáneos, traduciría plásticamente, con un ácido sarcasmo, la descomposición interna de la sociedad alemana y, como antes que él hicieran Daumier o Hogarth, creó una suerte de comedia humana representada sin piedad. La moderna metrópolis se convirtió en el tema recurrente de su obra y, como un moderno Bosco, de incisivo tono crítico y agudo sentido de la observación, representó su entorno con una intención moralizante para poder mostrar la hipocresía de la vida burguesa y la inmundicia que se escondía detrás de su fachada de respetabilidad.
Esta Escena callejera, fechada en febrero de 1925, es un buen ejemplo de la nueva pintura objetiva de Grosz y de su permanente rebelión contra el orden social injusto y contra la hipocresía y la vulgaridad de la clase media urbana. Esta representación de la céntrica Kurfürstendamm de Berlín, en la que el glamour de las clases acomodadas contrasta con la pobreza de los homeless, los inmigrantes y los numerosos lisiados que había dejado la guerra, se acerca a la que describía Alfred Döblin en su Berlin Alexanderplatz (1929), que narra la historia de Franz Biberkopf, un ciudadano cualquiera que intenta abrirse camino en una sociedad en la que dominan el paro, la violencia y las promesas incumplidas; o a la de las obras teatrales de Bertolt Brecht, con sus escabrosas imágenes sobre la vida moderna, sobre esas «vidas opacas» que se abrían camino en «la jungla de las ciudades».
La obra permaneció en poder del artista hasta 1938, en que fue adquirida por el alemán refugiado en América Erich Cohn, uno de los primeros coleccionistas en comprar obras de Grosz tras su huida de Alemania en 1933. Años más tarde, pasó a manos del coleccionista de Múnich Hans Grote, cuya colección, que contaba con importantes obras de Grosz, Beckmann, Kirchner y Müller, fue vendida por la Galerie Thomas de Múnich en 1981 bajo el nombre ficticio de «Sammlung Rheingarten». Fue entonces cuando Escena callejera fue adquirida por el barón Thyssen-Bornemisza.
Paloma Alarcó