Misa de peregrinos
Misa de peregrinos entró en la colección Thyssen-Bornemisza en 1985 procedente de una colección privada americana. La pintura, en la documentación que acompañó a esta adquisición, estaba titulada entonces Peregrinos recibiendo limosna de un santo y se atribuía a Jaume Huguet. En el catálogo de Gertrude Borghero, editado un año después de su compra, se publicó como un anónimo español y, en los mismos términos, se expresó Caroline de Watteville en 1989. La pintura, que hasta el comentario de Gertrude Borghero había permanecido inédita, fue expuesta, por primera vez, junto con otras obras de la colección Thyssen-Bornemisza, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. La tabla, en los catálogos anteriormente mencionados, se había titulado La Caridad en el primero, La limosna en el segundo y en la muestra celebrada en Madrid, La Caridad, reparto de limosnas a peregrinos. El título experimentó un nuevo cambio en 1992 y se transformó, dado el papel relevante que en la pintura ocupa la liturgia, en Misa de peregrinos. La tabla, con toda probabilidad, formó parte de un conjunto más ambicioso, desmembrado y disperso en fecha desconocida.
La pintura representa una misa en cuyo transcurso, un santo, que distinguimos por el halo que luce, reparte limosna a un grupo de harapientos peregrinos que se alinean en una fila a la izquierda. La identidad del santo, posible titular de la capilla donde estuvo destinado el óleo, resulta difícil de determinar por los escasos atributos que aporta. A este respecto, hay que añadir que no se conocen, de momento, tablas asociadas al conjunto que arrojen más información sobre el titular de la capilla al que se destinó el altar.
Sin embargo, sobre este mediador, el artista nos facilita información muy general con algunas claves, como pueden ser las elegantes y distinguidas ropas que viste, con mangas tejidas con oro y remates de piel de armiño. A este detalle se suma el séquito que le acompaña mientras reparte las monedas y la circunstancia de que esta acción tenga lugar durante la celebración de una misa, cómodamente instalado en un altillo, al lado del altar donde se oficia misa. Todo indica que se trata de un santo que tuvo una posición económica buena y el reconocimiento de su comunidad.
El artista anónimo, que se sirve de elementos como las baldosas del suelo para crear profundidad, no termina de dominar las leyes de la perspectiva. El espacio, lleno de figuras, reproduce el interior de una iglesia gótica de muros desnudos que recuerda los templos del levante español. Elementos como el libro y el atril del acólito colocado en el centro, el altar o la tarima donde el sacerdote lleva a cabo la misa, se insertan mal en la composición. Esta disfunción afecta también, por su proporción, al asistente del acto litúrgico, que, con las jarras, ocupa el ángulo inferior derecho. El pintor dibuja con minuciosidad los rostros y en ellos destaca las bocas, pequeñas y con el labio inferior redondeado, coloreadas con un intenso carmín. El trazo vigoroso se extiende también a las telas que caen linealmente y de las que son un buen ejemplo las ropas litúrgicas de los sacerdotes.
Mar Borobia