Capri
1890
Óleo sobre lienzo.
44,5 x 53,3 cm
Colección Carmen Thyssen
Nº INV. (
CTB.1979.47
)
Sala E
Planta baja
Colección Carmen Thyssen y salas de exposiciones temporales
Robinson vivió en Giverny a la sombra de su buen amigo Monet desde 1888 hasta 1893. Aunque él mismo nunca se consideró acólito del Impresionismo, en 1890 Robinson acababa de adoptar la estética de Monet. No sólo hizo suyos los planteamientos teóricos de Monet y el imperativo de éste de representar la belleza y el misterio de la naturaleza con total fidelidad a la visión personal de cada uno, sino que estudió las obras que pudo ver en el estudio del «maestro». En cierta ocasión Robinson incluso realizó una pochade de uno de los paisajes de Bordighera de Monet de 1884, a modo de «recordatorio cromático». A Robinson no le interesaban los temas impresionistas de la modernidad. Por el contrario, se centró invariablemente en los paisajes rurales de Europa y Estados Unidos, en los que se diría que se ha detenido el tiempo.
Es probable que los cuadros de los acantilados de Varengeville, Pourville y Étretat y de las rocas de Belle-Île que pintó Monet a principios de la década de 1880 le inspiraran este Capri. En estas composiciones, Monet abordaba el mismo problema pictórico que Robinson trata de resolver aquí: la dificultad de crear un efecto espacial en una superficie plana. El cuadro que aquí se comenta es una de las tres versiones que Robinson ejecutó en la isla italiana en 1890 y pone de manifiesto que el pintor era consciente de las posibilidades decorativas que ofrece la composición del paisaje, aunque mantiene una perspectiva lineal que era la que consideraba más fiel a la naturaleza. El pintor ha respetado cuidadosamente los valores y ha construido el paisaje hacia atrás de manera convincente a lo largo del plano diagonal de los edificios que se levantan en la calle en la parte inferior derecha. La mirada del espectador sigue las dos figuras de los curas con sotana negra y, además de adentrarse por la ciudad en cuesta, sube diagonalmente por la superficie del lienzo hasta el ángulo superior izquierdo. El pintor representa la colina como una gran forma abstracta que cubre la mayor parte de la superficie del lienzo.
Robinson compartía esta afición a jugar con la organización de la superficie pictórica no sólo con Monet sino también con otros amigos próximos, los pintores americanos Julian Alden Weir y John H. Twachtman. Robinson, Weir y Twachtman observaban fielmente tanto la estética de Whistler de abstraerse de la naturaleza y diseñar una superficie armoniosa y simplificada como la práctica de Monet de estudiar fielmente la naturaleza. Para ello, analizaron los retratos y «nocturnos» de Whistler y coleccionaron estampas japonesas, fuente originaria de esta innovación espacial que esperaban que les llevaría a una renovada visión de la naturaleza.
Kathleen Pyne
Es probable que los cuadros de los acantilados de Varengeville, Pourville y Étretat y de las rocas de Belle-Île que pintó Monet a principios de la década de 1880 le inspiraran este Capri. En estas composiciones, Monet abordaba el mismo problema pictórico que Robinson trata de resolver aquí: la dificultad de crear un efecto espacial en una superficie plana. El cuadro que aquí se comenta es una de las tres versiones que Robinson ejecutó en la isla italiana en 1890 y pone de manifiesto que el pintor era consciente de las posibilidades decorativas que ofrece la composición del paisaje, aunque mantiene una perspectiva lineal que era la que consideraba más fiel a la naturaleza. El pintor ha respetado cuidadosamente los valores y ha construido el paisaje hacia atrás de manera convincente a lo largo del plano diagonal de los edificios que se levantan en la calle en la parte inferior derecha. La mirada del espectador sigue las dos figuras de los curas con sotana negra y, además de adentrarse por la ciudad en cuesta, sube diagonalmente por la superficie del lienzo hasta el ángulo superior izquierdo. El pintor representa la colina como una gran forma abstracta que cubre la mayor parte de la superficie del lienzo.
Robinson compartía esta afición a jugar con la organización de la superficie pictórica no sólo con Monet sino también con otros amigos próximos, los pintores americanos Julian Alden Weir y John H. Twachtman. Robinson, Weir y Twachtman observaban fielmente tanto la estética de Whistler de abstraerse de la naturaleza y diseñar una superficie armoniosa y simplificada como la práctica de Monet de estudiar fielmente la naturaleza. Para ello, analizaron los retratos y «nocturnos» de Whistler y coleccionaron estampas japonesas, fuente originaria de esta innovación espacial que esperaban que les llevaría a una renovada visión de la naturaleza.
Kathleen Pyne