La entrada del puerto en Port-Goulphar, Belle-Île-en-Mer
Este luminoso lienzo está reproducido en la monografía que Arsène Alexandre dedica a Maxime Maufra en 1926. Efectivamente, se trata de una obra muy representativa del talento del artista. Fundamentalmente paisajista y pintor de marinas, Maufra trabaja en París y en Normandía, pero sobre todo en Bretaña, su tierra natal. Nacido en Nantes, el artista no se dedica exclusivamente a la pintura hasta 1890, época en la que conoce a Paul Gauguin y a Paul Sérusier en Pont-Aven. El lugar atrae entonces a pintores franceses y extranjeros, seducidos por una Bretaña de paisajes vírgenes y de costumbres y creencias que todavía se consideraban «primitivas».
Allí, Maufra trata también a Henry Moret y a Gustave Loiseau, con los que le seguirá uniendo una buena amistad. Al igual que ellos, pinta paisajes impresionistas muy marcados por el arte de Monet o de Pissarro, y como ellos lo representará la galería Durand-Ruel, con la que trabajará bajo contrato a partir de 1894. Sus obras y las de sus amigos pertenecen pues a la segunda generación impresionista. En 1903, Maufra se instala en una choza en Kerhostin, cerca de Quiberon. A partir de esta fecha, empieza a explorar la región, en particular hacia Belle-Île-en-Mer. En Belle-Île, el artista explota todos los recursos del lugar. Pinta en varias ocasiones Port-Goulphar representado en la obra que aquí se comenta (otro lienzo sobre el mismo tema está expuesto en el Musée des Beaux-Arts de Rennes), y además el puerto de Palais, la playa de Port-Donant o el puertecito de Sauzon. El artista evoca el carácter todavía prácticamente virgen de la isla, en la que se avistan tres modestas casas de pescadores y una playita que hace las veces de puerto natural, protegida por la proyección de las rocas, al parecer sin intervención alguna de la mano del hombre. En primer término están ancladas cuatro barcas de pesca cuyas velas multicolores ha plasmado el artista con deleite. La composición, muy sencilla, tiene un carácter decididamente impresionista, como si hubiese sido improvisada.
En octubre de 1886, este mismo emplazamiento de la Costa salvaje -situado cerca de las célebres agujas de Port Coton- ya le había llamado la atención a Monet, que pintó allí cinco vistas de Port-Goulphar con mar en calma y cinco vistas de marejada que ponen de manifiesto la dramática violencia del temporal que presenció en aquella ocasión. Nada de todo ello aparece en el lienzo objeto de este comentario, pintado con buen tiempo: algunas velas están recogidas, el chapoteo regular imprime su ritmo al agua oscura y el cielo, en el que no aparece ni una sola nube, no presenta ninguna amenaza. Maufra se nos muestra aquí como un pintor de marinas de gran fuerza, sensible al brillo de los colores que observa con igual dosis de modestia y de sinceridad.
Como escribirá en sus Souvenirs, «Mis tendencias personales eran aliar el estilo y la naturaleza. Como paisajista que soy, he pintado todo lo que me ha conmovido, rebuscando en la naturaleza, tratando de plasmar el carácter de lo que me atraía y de comunicar a mi obra la emoción que yo sentía».
Marina Ferretti