Barco de pesca entre dos rocas en una playa del Mar Báltico
En 1941 este cuadro fue encontrado por Carl von Lorck en el palacio de Basedow, en la región de Mecklenburgo, junto a otras cuatro pinturas de Friedrich. Incluso al año siguiente, después de haber publicado su primer hallazgo, descubrió otras dos obras del pintor en ese mismo lugar. Von Lorck dedujo que estas obras habían sido adquiridas directamente al artista por el propietario del palacio, el conde Friedrich von Hahn (1804-1859). En la colección se hallaron también obras de otros románticos: de Koch, Catel, Dahl y Blechen.
No ha sido discutida la datación propuesta por Von Lorck, que la consideró posterior a 1830. El propio Börsch-Supan, por comparación con otras realizaciones, admite que esta pintura se ordene en el último período activo de la vida de Friedrich, e incluso apunta como fecha aproximada 1832. Otras obras de ese período y de medidas similares guardan un estrecho parentesco con este cuadro. Entre ellas cabe citar Marina con puesta de luna (Leipzig, Museum der bildenden Künste), Playa pantanosa (Hamburger Kunsthalle), Las redes (San Petersburgo, Ermitage).
En principio no se ha considerado la posibilidad de que la obra formara parte de un ciclo o una serie de marinas o vistas con temas comunes. Esto no sería en absoluto excepcional, pues son muchas las obras de Friedrich que tienen su pendant o que se enmarcan en ciclos de horas del día o de acciones de la naturaleza. De hecho, el que esta pintura se hallase junto a otros seis cuadros del autor en una misma colección hace pensar en una voluntad de armonización temática, a la que pudo contribuir el propio artista en una medida que desconocemos. De aquella colección casan excepcionalmente bien con ésta, por ejemplo, en razón al tema y las medidas, obras como Barco navegando por el Elba en la niebla matutina (Colonia, Wallraf-Richartz Museum) y Arrecifes en la playa (Karlsruhe, Staatliche Kunsthalle), aunque ambas se datan en la década anterior. En todo caso, no cabe descartar que el lote de vistas adquirido para Basedow respetara una voluntad de sintonía poética.
El cuadro representa un velero con varios pescadores a bordo haciéndose a la mar en una pequeña ensenada del litoral báltico. Si se identifica el lugar con una playa indeterminada del Báltico, se hace en razón a los temas que frecuentan absolutamente las marinas de Friedrich: la costa pomerana y Rügen. Sin embargo, aún no se ha relacionado la fisonomía de este paisaje con dibujos concretos del pintor realizados del natural.
La escena, ambientada en una hora crepuscular, incluye un grupo de hombres que, de pie y de espaldas al espectador, observan o despiden la embarcación, aunque sin que sus miradas se crucen con las de los tripulantes. La presencia de estos personajes, vestidos con ropa tradicional alemana, no es fácil de explicar. Contribuye, antes bien, a acentuar un gusto por lo enigmático del paisaje. Con todo, podría entenderse que su proximidad al barco se debe a que han prestado compañía o ayuda a los tripulantes al hacerse a la mar, tal vez incluso por tener que vencer una encalladura en ese litoral pedregoso. Sólo si ponemos la composición en relación con un dibujo del Friedrich joven, del carnet de Berlín de 1799, titulado Despedida al borde del mar (Mannheim, Kunsthalle), que precisamente representa una embarcación de un palo idéntica a la de este cuadro y diferencia dos tipologías de personajes, podríamos identificar la acción que aquí se ilustra como una despedida. En cualquier caso, Friedrich establece como asunto la separación entre dos grupos correlativos de hombres, los que salen a navegar y los que quedan en tierra, y, por lo tanto, entre las posiciones de ambos en su correspondencia con la naturaleza representada. El rendimiento alegórico de este paisaje radica en el énfasis dado a los contrastes entre las partes en esa situación de partida.
La composición se guía con una distribución en superficie marcada por la ortogonal, que es línea secante de la proa del barco, por la distinción de triángulos que enmarcan los objetos representados y por el eje longitudinal y las líneas de la costa y del horizonte, que establecen una rigurosa repartición de espacios. A la escena principal le corresponde el área más privilegiada por el efecto de concentración de luces. El fuerte contraste lumínico entre lo cercano y la lejanía procura una impresión de inconmensurabilidad para la penetración visual en profundidad que se ve compensada por la armada distribución de masas en superficie.
Javier Arnaldo