La Iglesia de S. Cosme y S. Damián, y el monasterio franciscano de Igaraçu, Brasil
Frans Post dedicó su dilatada carrera artística a pintar nostálgicas vistas de Brasil compuestas con toda libertad y basadas en el material recopilado durante los siete años de su estancia en Sudamérica (1637-1644). El cronista y biógrafo de artistas Arnold Houbraken cuenta que el hermano de Frans, Pieter Post, lo recomendó para que se uniera a la expedición de Johann Maurits van Nassau-Siegen a Brasil, donde éste había sido nombrado gobernador general. Mientras que el pintor Albert Eckhout se dedicó a representar a los nativos y la flora y la fauna de la región, Post se centró en el paisaje, las fincas, las plantaciones y los poblados. Realizó in situ bocetos y cuadros; de estos últimos han llegado hasta nuestros días media docena. Sin embargo, la mayor parte de la obra conocida de Post fue creada después de su regreso a su Holanda natal. Curiosamente, mientras que los cuadros de su período brasileño presentan la paleta sobria y los efectos atmosféricos del estilo «tonal» holandés que Post aprendió en su fase de formación en Holanda, sus obras posteriores se caracterizan por unos contrastes más estridentes y atrevidos, un colorido más variado y una división tripartita del paisaje que recuerda las convenciones del siglo XVI. Post divide a menudo sus escenas en franjas correspondientes al primer plano, a la zona intermedia y al fondo, en las que dominan respectivamente los verdes de la exuberante vegetación, las tonalidades marrones y ocres y, hacia la lejanía, los azules brumosos.
El cuadro que aquí se comenta es un ejemplo característico del tipo de vista panorámica cuidadosamente compuesta, con elementos que delimitan la escena a modo de coulisses (los altos árboles con «alas» de oscuro follaje a cada lado de la imagen) que Post perfeccionó en su madurez. Los edificios que aparecen en segundo plano son las ruinas de la iglesia de San Cosme y San Damián a la izquierda, y el monasterio franciscano de Igaraçu a la derecha. Seguramente Post realizó apuntes del natural de Igaraçu (hoy desaparecidos), a partir de los cuales hizo dibujos más elaborados al año siguiente de regresar a los Países Bajos. A su vez los dibujos acabados sirvieron de modelo para los grabados que ilustraban la Historia de rerum per octennium in Brasilia (1647) de Barlaeus.
Sin embargo, al igual que los pintores de paisajes y vistas urbanas holandesas tales como Jacob van Ruisdael y Jan van der Heyden se permitían ciertas libertades con relación a la topografía y a los edificios reales, seguramente también Frans Post alteró y adaptó la arquitectura y la disposición de Igaraçu. Así por ejemplo, en otras cuatro representaciones de la iglesia aparece siempre esta composición sin el monasterio y con diferentes edificios adyacentes. Por otra parte, en otras dos obras en las que aparece el monasterio el artista desplaza y modifica libremente su arquitectura. Es muy probable que Post, sobre todo después de tantos años, considerara que para los espectadores era menos importante la exactitud topográfica que la evocación del espíritu del lugar, es decir el de una tierra lejana poblada de plantas y animales exóticos, ruinas pintorescas y edificios que amalgaman las tradiciones europeas con la arquitectura autóctona, todo ello incluido dentro de vastas extensiones de tierras fértiles. Al hacer inventario de la fauna local -obsérvense el armadillo y el sapo gigante en el primer plano a la derecha-, de los frutos y las plantas en plena floración, y de los habitantes del lugar -en el centro de la escena aparecen representantes de las tres razas que poblaban Brasil en aquella época: negros africanos, indios nativos y un europeo-, Post ofrecía un relato imaginario pero enciclopédico de uno de los rincones del Nuevo Mundo, satisfaciendo con ello los deseos de sus clientes.
Sousa-Leão alaba con razón esta obra que define como «uno de los cuadros más atractivos de Post». Su estilo fresco y luminoso y la calidad de su técnica son características destacadas de la producción del artista a partir de 1660. Se da el caso de que, en 1654, los Países Bajos cedieron el dominio de Brasil a los portugueses. Por este motivo, en cierto sentido los cuadros de Post pueden considerarse como una compensación por esta pérdida y una reafirmación del gran poderío del imperio comercial holandés.
Peter C. Sutton