Joven Pareja
Heinrich Campendonk pintó el cuadro Joven pareja en el año 1915. Tenía entonces veinticinco años. Por la ciudad de la que procedía, Krefeld, el artista estaba vinculado al círculo de los «Expresionistas renanos» que se había formado en torno a August Macke y su primo Helmuth Macke. Pero también, ya en 1911, Campendonk se había unido al grupo muniqués Der Blaue Reiter, creado a la sazón por Franz Marc y Wassily Kandinsky. En torno a 1915 Campendonk vivió además experiencias extremadamente contrapuestas. En febrero de ese año Ada, su mujer, dio a luz un niño. Pero el artista también tuvo que sentir con profundo dolor la pérdida de amigos muy cercanos en la guerra: August Macke cayó en septiembre de 1914 en Perthes-les-Hurlus (Champagne) y Franz Marc en Verdún casi dos años después. Muy en particular este último había influido decididamente en la evolución artística de Campendonk, y no sólo con sus representaciones de animales. Con toda energía el pintor se ocupó de las discusiones de la vanguardia internacional de entonces. A través de Kandinsky, amigo de Marc, entró en contacto con los principios de la pintura abstracta. En 1912, al igual que August Macke, estudió el Cubismo analítico de Picasso y Braque, al tiempo que se interesaba por los fundamentos del Futurismo italiano, cuyas directrices exigían la descomposición del sujeto del cuadro siguiendo los aspectos de su dinámica interna y una reordenación rítmica organizada de estos mismos elementos en la imagen. Como para Macke, también para Campendonk el Orfismo de Robert Delaunay se convirtió en una experiencia clave, tal como se percibe en la representación de la Joven pareja, que denota asimismo la influencia de Marc Chagall.
En el momento de pintar este cuadro, la felicidad familiar, amenazada desde el comienzo de la guerra, era el centro de gravedad de las emociones y pensamientos de Campendonk. La temática del cuadro ha de entenderse tomando en consideración esta situación. Los representados no son una pareja cualquiera, sino el propio artista y su mujer, Ada. La pareja está situada en posición central y mirándose, presentando ambos un perfil de tres cuartos. Su intimidad contrasta con una tercera persona representada a menor escala, de perfil, en la parte derecha al fondo del cuadro. Se trata de una muchacha joven, lo que permite pensar en una posible ampliación de la familia; pero quizá sólo pretenda sugerir la oposición entre aislamiento y compañía. La situación espacial queda intencionadamente indefinida. El interior de la habitación está representado someramente con un esbozo del suelo. Una diagonal que cruza el ángulo inferior izquierdo crea profundidad espacial y separa del fondo más claro y definido la zona más oscura, caracterizada sumariamente con tonos rotos. El resto de los objetos del cuadro aparecen ladeados, ligeramente volcados hacia delante y carentes de estabilidad. La mujer, en apariencia, está cómodamente sentada en un sillón, pero éste no da en absoluto la impresión de estar fijo; más bien parece flotar en el aire. Tampoco queda clara la postura del hombre. Esta figura casi parece suspendida: sólo se apoya con la punta del pie sobre el suelo inclinado. Lo mismo puede decirse de la mesa sobre la que hay una botella, detrás de la figura masculina. La luz blanquecina transforma el rostro del hombre en algo semejante a una máscara. Sus ojos almendrados y el contorno marcado y anguloso hacen pensar en las cabezas de Picasso en su fase cubista alrededor de 1909. Detrás de la cabeza del hombre, una ventana deja pasar la luz y la oscuridad hasta el colorido interior. En el negro nocturno que cierra la composición en su extremo superior derecho se abre una superficie clara de un blanco lechoso, que recuerda al hueco de una puerta. La muchacha vestida de rojo está sentada ante una mesa, cara y brazos de un luminoso blanco calcáreo, quizá iluminados por la luna; la silla y la figura parecen estar haciendo volatines por los aires. Tres formas circulares, en tonos que van desde el amarillo limón hasta el amarillo indio, atraviesan flotando el luminoso hueco blanquecino y se introducen en la habitación, descienden sobre la pareja y, como pompas de jabón, al chocar con los cantos de los objetos, se funden con ellos y se desvanecen. Esta representación visual de la luz es característica de Campendonk, que gustaba de presentar sus motivos pictóricos bajo signo cósmico de lo que acontece en el tránsito entre noche y día.
Ursula Heiderich