Porta Portello en Padua
El cuadro ilustra, en el centro de la composición aunque ligeramente desplazada hacia la izquierda y en perspectiva lateral, la Porta Portello, acceso principal a la ciudad de Padua para quienes entraban en ella por el este, es decir procedentes de Venecia. Originalmente denominada Porta Ognissanti, fue construida a partir del proyecto del arquitecto Guglielmo de'Grigi, apodado Bergamasco. Situada en el cruce de las actuales via Portello (que en la otra orilla del canal Piovego, afluente del río Bacchiglione, toma precisamente el nombre de via Venezia) y de via Gradenigo, que pasa a llamarse Loredan en el tramo que penetra en Padua, en dirección a los Eremitani, el baluarte -que en conjunto presenta un aceptable estado de conservación, aunque la linterna ha perdido la cúpula- se conoce en la actualidad como Porta Venezia. De las distintas construcciones representadas, lamentablemente no se ha podido identificar la más destacada -aunque pudiera ser fruto de la fantasía del artista-, es decir el edificio con columnata que se ve en la otra orilla del canal, más allá del puente, mientras que al fondo se divisa la iglesia de los Carmini. Pero hay que decir que Canaletto no fue del todo fiel a la hora de trasladar al lienzo esta vista en escorzo de Padua, puesto que, entre otras cosas, el trozo de muro en primer plano es imaginario, el puente Portello no tenía dos sino tres pilares, aunque, como ha observado Fern Rusk Shapley, el hecho de que el tercero no aparezca puede deberse a que quedase «oculto a nuestra vista por la orilla izquierda del canal». Además, debido a una afición excesiva a las ruinas, el artista ha querido mostrar el muro que bordea el río en primer plano mucho más derruido de lo que estaba en realidad. André Corboz denuncia articuladamente las libertades topográficas que se toma el artista. Para una útil comparación entre el estado actual de la puerta, el que libremente interpreta Canaletto y -por ejemplo- la versión intermedia y analítica que ofrece el grabado de 1831 de Pietro Chevalier. Una segunda versión de esta vista de Padua, muy parecida y de dimensiones casi idénticas, pertenece desde 1961 a la Colección Samuel H. Kress y se encuentra expuesta en la National Gallery of Art de Washington. Este cuadro presenta en realidad también grandes semejanzas en cuanto al encuadre de la vista y a los elementos representados, por lo que es posible referirse a ambas obras como si fueran básicamente la misma.
La cronología, fijada de forma más o menos unánime a principios de los años cuarenta del siglo XVIII para ambas versiones de la Porta Portello, se fundamenta en un viaje a Padua que Canaletto realizó con su sobrino Bellotto en 1740 ó 1741. Ambos cuadros comparten con otro tercero, Dolo sul Brenta (Washington, colección particular), una tonalidad oscura y un ambiente luminoso, un sentimiento casi poético, es decir parte de las cualidades que indujeron a Pallucchini a ver en ellos «una satisfecha serenidad, digna ya de Corot». Pero, aunque existen dibujos, incluso para la vista de Porta Portello (Viena, Albertina; Windsor, Royal Collections; Nueva York, Metropolitan Museum; a los que hay que añadir un cuarto dibujo de Bellotto, en Darmstadt, Hessisches Landesmuseum), que constituyen pruebas documentales del viaje a Padua, la datación de los lienzos, claramente «construidos» a partir del material gráfico, resulta más difícil. Ya Links pensó en retrasar la ejecución de las obras una veintena de años, situándola hacia 1760. Pero en la actualidad ha aparecido un elemento nuevo, precisamente en la obra Vista de Dolo antes citada, en cuyo bastidor una etiqueta reza, con grafía del siglo XIX, «Antonio Canaleto [sic.] /1754», lo que hace suponer que existiera una firma anterior en el reverso de la tela. Una fecha de esta naturaleza explicaría la utilización de una paleta de grises y verdes y de prototipos gráficos más antiguos, dos aspectos comunes a las obras de la última etapa inglesa de Canaletto.
Se puede compartir la opinión de que a Canaletto no le interesaba especialmente la Porta Portello -que en efecto está incluida en la vista aunque sin dominarla-sino que «lo que cautivó su atención [fue] más que nada el ambiente relativamente tranquilo de los arrabales de una ciudad del interior y la ruina del muro del primer término», si bien, como ya se ha dicho, el pintor añadió muchos elementos de su propia cosecha.
Roberto Contini