Trieste
El cuadro presenta una vista panorámica del puerto y la ciudad de Trieste y sus alrededores. Aunque aparentemente la ciudad se ve desde el mar, la perspectiva se resuelve desde un punto de vista cercano al litoral noreste y que podría identificarse con tierra firme de esa latitud, de modo que la frontalidad con respecto a la línea de costa representada no es completa. Antes bien, se pone de manifiesto un alejamiento gradual de la visión de izquierda a derecha, que complementa la proyección en profundidad hacia el fondo y que se refleja en el modo en el que aparecen escorzadas las embarcaciones. Precisamente el buque de guerra, que, con sus colosales velas blancas, hace de elemento principal entre los motivos de la composición, se sitúa en un eje muy cercano al margen izquierdo del cuadro. La jerarquización de los elementos se acomoda, así pues, también a la lectura de izquierda a derecha.
En la mitad izquierda pinta Tischbein asimismo el propio panorama de Trieste, muy prolijo en el detalle, pese a la notable lejanía en la que lo sitúa. Son fáciles de reconocer los edificios emblemáticos, la iglesia de San Giusto, en la ciudad alta, el vistoso palacio Casciotti, por ejemplo, las construcciones del puerto y los muchos barcos atracados en éste. El panorama urbano queda flanqueado por las embarcaciones más grandes: de un lado el barco de guerra que se hace a la mar y de otro la masa de pesqueros que faenan hacia el centro de Ia composición. Consigue así una perspectiva concentrada del mismo Trieste, cuya visión gravita finalmente sobre el casco antiguo.
Por lo que respecta al desarrollo del espacio en profundidad, la visión lejana del motivo principal queda subrayada por los fuertes contrastes de escala que se dan entre las embarcaciones que se colocan en los sucesivos planos, y muy sobresalientemente por las relaciones de volumen entre la barca de remos que aparece en la cercanía y el navío cañonero de dos puentes antes mencionado, el cual, tan reducido de tamaño en la representación, pese a su enorme fábrica, y ubicado en los términos medios, provoca una fortísima sensación de distancia entre los planos. Ésta se acrecienta aún más, si cabe, en los términos posteriores, en los que se verifica un muy llamativo decrecimiento de magnitudes. La penetración volumétrica del espacio en profundidad instrumenta los recursos de una perspectiva enfática, propios de la veduta monumental veneciana del siglo anterior. La imagen consigue un enorme alcance visual en un área entera del golfo de Trieste. Es propósito del pintor, desde luego, desarrollar virtuosamente una visual de gran ángulo, y también por ello opta por proporciones muy apaisadas en el formato oblongo que emplea. Pese a no ser de grandes dimensiones, la perspectiva monumental queda sutilmente acentuada en este panorama.
El lenguaje pictórico de Tischbein es particularmente afín al del Canaletto. Manifiestamente se decanta Tischbein por los valores puros de la veduta veneciana clásica. Así, cuida la diafanidad de la imagen, la precisión del panorama, observa mucho el detalle en los términos más alejados, lo mismo que en los próximos, y busca un equilibrio entre la ilustración de la vida cotidiana y la solemnidad escenográfica para resolver la vista.
El cuadro tiene todos los atributos de una vista informativa, pero no evita una discreta carga alegórica. Aparte de dibujar la suave línea de costa del golfo de Trieste, de precisar poblaciones y edificios, despliega a lo largo y ancho de ese tan significativo mar en calma una especie de muestrario de embarcaciones. Éste incluye desde la modesta barca de remos que queda en los términos más próximos hasta el vapor de ruedas que navega al fondo, pegado a la costa, pasando por las lanchas de tipo llaud que emplean los pescadores, el navío de guerra o los barcos grandes que están atracados en el puerto. La vida afortunada del puerto franco viene ilustrada por tal especie de catálogo naval. La economía de la pesca y el comercio, el bienestar esforzado, la prosperidad protegida por el navío armado están transcritas elocuentemente en el cuadro.
Javier Arnaldo