La calle Jouvenet en Ruán
Esta calle tranquila y casi pueblerina representa la rue Jouvenet de Ruán, situada cerca del callejón de Malherne donde Gauguin vivió con su familia en 1884. Fueron varias las razones que animaron al artista, ya en 1883, a trasladarse a Ruán, donde vivía Pissarro, que lo había orientado por la vía del impresionismo. Acababa de quedarse sin trabajo y, a sus treinta y cinco años de edad y siendo padre de cinco hijos, había decidido dedicarse enteramente a la pintura. La vida en la capital era demasiado cara para mantener a su familia y, asentándose en Ruán, Gauguin también esperaba encontrar una nueva clientela para sus cuadros. «Mediante este aislamiento -le confiaba Pissarro al coleccionista Eugène Murer-, Gauguin pretende consolidar su camino y cuenta con sus amigos y conocidos para ayudarle a ganarse los favores de los aficionados [...]».
Durante su estancia en Ruán, que duró diez meses, pintó unos cuarenta cuadros, fundamentalmente paisajes de la ciudad y sus alrededores. En esta vista urbana, ejecutada probablemente en la primavera de 1884, permanece topográficamente fiel al natural, como queda de manifiesto por el aspecto, hoy prácticamente inalterado, de la rue Jouvenet, con sus casitas alineadas a lo largo de la calzada. Para animar este decorado anodino, el artista juega con la sucesión de colores cálidos y apagados de los revoques de las fachadas y con la alternancia rítmica de zonas vivamente iluminadas y de otras que quedan en sombra. La composición se articula en torno a la pendiente de la calle que desciende y luego sube en cuesta hasta el horizonte. A lo largo de este eje, Gauguin coloca algunos personajes, entre ellos un militar con pantalón rojo vivo y hasta un perrito, que animan y puntúan la alargada perspectiva de la calle. Da la sensación de que el artista ha pintado del natural las siluetas del primer término, que se recortan de forma arbitraria, pero es más probable que las añadiera a la escena según la fórmula que solía utilizar.
En aquella época, Gauguin era consciente de que todavía no había alcanzado un dominio completo de su arte, pero se esforzaba por desarrollar sus experimentos directamente del natural, tratando de conseguir una síntesis entre el impresionismo de Pissarro y el arte más sintético de Cézanne. A mediados de mayo de 1884 escribiría a Pissarro: «Lo que tengo en casa en este momento está mejor en ese sentido y espero poder hacer cosas muy grandes y no monótonas, aunque creo que las cosas de la naturaleza son sencillas en conjunto. Para plasmar el pensamiento hay que estar seguro de la ejecución, y todavía no he encontrado en ésta lo que quiero hacer; aún tendré que padecer durante algún tiempo». Cubre el lienzo a base de pinceladas rápidas claramente visibles, sobre todo en el celaje, que se ordenan de forma más regular en las fachadas de las casas. Los contornos de los motivos están marcados con un trazo más oscuro que realza las formas. Tanto el dibujo como los colores estructuran la composición, que todavía está en deuda con la visión naturalista del espacio propia de los impresionistas.
Mette Gauguin se llevó la obra a Dinamarca cuando se separó de su marido. El cuadro perteneció durante muchos años a la Colección Rohde y luego se puso a la venta sucesivamente en Londres, París y Nueva York antes de que la adquiriera Carmen Thyssen-Bornemisza en 1998.
Isabelle Cahn