Madera Planos de Color
A lo largo del año 1929 Joaquín Torres-García, que vive y trabaja en París desde 1926, participa en la creación de un grupo internacional de artistas abstractos. Tomando el relevo del Neoplasticismo, este nuevo grupo que se constituye finalmente en 1930 bajo el nombre de Cercle et Carré se propone combatir la influencia creciente del Surrealismo. Con motivo de este proyecto, que ocupa una gran parte de su tiempo, Torres-García se reúne con algunos pintores holandeses residentes entonces en París, entre ellos Mondrian, Vantongerloo y Van Doesburg. La influencia del Neoplasticismo, que se refleja en su obra a partir de ese momento, acabará constituyendo uno de los factores fundamentales de su estilo pictórico de madurez, al que llegará en 1930.
El rasgo principal que Torres-García adopta del Neoplasticismo es la trama ortogonal de rectángulos horizontales y verticales; un rasgo que permanecerá como una constante en su obra posterior. Otro indicio de la influencia neoplástica puede verse en un pequeño grupo de obras realizadas en 1929 en las que experimenta con los planos de colores elementales característicos del movimiento holandés. La pintura que aquí se comenta se relaciona con ese grupo, no sólo por su trama ortogonal, sino también por su perímetro irregular; una peculiaridad que puede observarse en al menos otras dos obras pertenecientes a dicho grupo y pintadas, como ésta, sobre madera. Sin embargo, a diferencia de ellas, Torres-García abandona aquí los colores elementales para utilizar una paleta de tonos oscuros, cálidos y muy matizados. Es esa paleta lo que constituye el rasgo más llamativo de Madera planos de color. Su cromatismo y el tratamiento insistente del soporte, inciso con gubia, teñido con óleos muy diluidos y frotado para hacer resaltar las líneas de las vetas, nos permiten ver en esta obra un testimonio singular del proceso que habría de alejar a Torres-García del Neoplasticismo para formular la abstracción de corte transcultural y primitivista que caracteriza su estilo maduro.
Tomàs Llorens