Historia de la Colección I
El museo alberga en sus salas una de las colecciones más rica y variada de pintura occidental. Van Eyck, Durero, Tiziano, Caravaggio, Rubens, Rembrandt, Canaletto, Monet, Degas, Morisot, Cézanne, Van Gogh, Picasso, Kirchner, Kandinsky, Goncharova, O'Keeffe, Hopper, Dalí y Pollock son solo algunos de los nombres en la extensa lista de grandes maestros que componen sus fondos.
Adquirida por el Estado español en 1993 y de origen privado, la Colección Thyssen-Bornemisza fue concebida desde sus inicios con la amplitud de miras de un museo. Su carácter enciclopédico la convierte en una verdadera síntesis de la pintura occidental con presencia de la mayoría los estilos del arte europeo y norteamericano entre los siglos XIV y XX. Y pese a que sus pinturas fueron compradas en escasamente dos generaciones y a que no superan el millar de ejemplares, reúne una elevada proporción de obras maestras.
Los orígenes: August Thyssen (1842-1926)
Los verdaderos artífices de la colección fueron el barón Heinrich Thyssen-Bornemisza y su hijo, Hans Heinrich.
Ahora bien, es difícil hablar de los inicios de la colección sin recordar la figura de August Thyssen, fundador a partir de 1871 del imperio económico familiar basado en la industria siderúrgica.
Fue él quien entre 1905 y 1911 inició la tradición coleccionista familiar con el encargo de siete grupos escultóricos a Auguste Rodin, y su memoria está presente en el hall del museo a través de cuatro de aquellos mármoles (pertenecientes hoy a la colección Carmen Thyssen) que reciben hoy al visitante.
Heinrich Thyssen-Bornemisza (1875-1947): un coleccionista metódico
El tercer hijo de August Thyssen, Heinrich, se doctoró en química por la Universidad de Heidelberg y en 1906 se casó con la hija del barón húngaro Gabor Bornemisza de Kászon, Margit. Fruto de aquel matrimonio, fue ennoblecido y adoptó el apellido Thyssen-Bornemisza. Durante años la pareja residió en un castillo en Rohoncz (hoy Rechnitz, Austria) pero el estallido de la revolución húngara de 1919 los forzó a exiliarse a los Países Bajos, donde se ubicaban los principales negocios de Heinrich.
Por lo que al coleccionismo se refiere, Heinrich llevó a cabo sus primeras adquisiciones importantes a finales de los años veinte, tras la muerte de su padre. Su intención era crear una colección panorámica, semejante a las de los grandes museos alemanes y, muy especialmente, a la de la Alte Pinakothek de Múnich, que le sirvió de modelo.
De hecho, fue precisamente en la capital bávara -en la Neue Pinakothek- donde en julio de 1930 mostró por vez primera al público su colección, a la que bautizó con el nombre del Castillo Rohoncz. Las críticas adversas -debidas a atribuciones dudosas de algunas obras más tarde vendidas- influyeron sin embargo en que el barón desistiese de su idea inicial de depositar la colección en Düsseldorf.
En su lugar, siguiendo el ejemplo de su amigo Eduard von der Heydt, compró en 1932 el palacio de Villa Favorita (Lugano) e hizo construir allí una galería de arte para alojar sus pinturas.
Mientras las obras avanzaban, ayudado en todo momento por su asesor Rudolf J. Heinemann, Heinrich emprendió una muy activa búsqueda de obras maestras en el mercado artístico internacional. Fue así como entre 1933 y 1935 ingresaron en la colección obras tan destacadas como La Anunciación de Van Eyck, el Joven caballero en un paisaje de Carpaccio, Grupo familiar ante un paisaje de Frans Hals, Santa Catalina de Alejandría de Caravaggio, Jesús entre los doctores de Durero, el Retrato de Enrique VIII de Inglaterra de Hans Holbein, y el Retrato de Giovanna Tornabuoni de Ghirlandaio. La galería de pinturas de Villa Favorita se inauguró en septiembre de 1936 y en vida del barón tan solo tuvo un acceso reservado a sus invitados.