Vida en el palacio hasta mediados del siglo XX
Guerra de la Independencia y reinado de Fernando VII
Poco pudo disfrutar la duquesa de su palacio. El estallido de la guerra de la Independencia en mayo de 1808 la obligó a refugiarse en una modesta vivienda de la ciudad, residencia de la viuda de un antiguo contador de la casa. Cuando en septiembre las tropas francesas plantaron sus baterías en el Retiro, el palacio de Villahermosa fue uno de los primeros en ser saqueados. Uno de los hijos de la duquesa pereció en el sitio de Zaragoza. El otro, José Antonio, fue apresado y conducido a Nancy durante cinco años. Si bien María Manuela regresó al palacio de Villahermosa en 1810, ya solo tuvo fuerzas para adecentar el oratorio, su alcoba y unas pocas habitaciones contiguas, donde residió hasta su muerte.
Su hijo, José Antonio de Aragón-Azlor, XIII duque de Villahermosa (1785-1852), regresó a Madrid en 1814, y se destacó como uno de los más firmes defensores de Fernando VII (1784-1833). En 1823 José Antonio acogió en el palacio de Villahermosa a Luis Antonio de Borbón y Saboya, duque de Angulema (1775-1844), llegado a Madrid junto a los llamados Cien Mil Hijos de San Luis para poner fin al Trienio Liberal y devolver el poder a Fernando VII. Al poco tiempo Aragón-Azlor fue nombrado embajador en Portugal y, más tarde, en París.
A su regreso definitivo a Madrid en 1828, José Antonio pidió una tasación del palacio y de los jardines adyacentes (que incluían por entonces 998 álamos negros, 46 cipreses, 24 laureles, 22 higueras, 18 tejos, etc.). A raíz de esa tasación –estimada en más de 9.500.000 reales (80.000 reales de renta anual)– el duque comenzó a arrendar algunas zonas del palacio. Posiblemente fue también poco después –coincidiendo con la desamortización de Mendizábal (1836-1837), la demolición del vecino convento del Espíritu Santo (1843) y la construcción del Congreso de los Diputados (1843-1850)–, cuando el duque vendió gran parte del jardín original, permitiendo con ello la prolongación de la calle del Sordo –actual calle de Zorrilla– hasta el Paseo del Prado.
Sede del Liceo Artístico y Literario
En 1839, dos años después de su fundación, el Liceo Artístico y Literario de Madrid comenzó a desarrollar sus actividades en la planta principal del palacio de Villahermosa, gracias a un acuerdo de alquiler con José Antonio de Aragón-Azlor. Amparado por Isabel II (1830-1904) y secundado por destacados intelectuales –como los escritores Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882) y José Zorrilla (1817-1893) y los pintores José Gutiérrez de la Vega (1791-1865), Antonio María Esquivel (1806-1857) y Genaro Pérez Villaamil (1807-1854)–, el Liceo se conviertió en poco tiempo en una de las instituciones culturales más importantes del Romanticismo español.
Lecturas poéticas, representaciones teatrales y exposiciones de pintura y escultura –precedentes estas últimas de las Exposiciones Nacionales–, eran algunas de las actividades destacadas de sus seis secciones de literatura, música, pintura, escultura, arquitectura y teatro. A ellas hay que sumar conciertos y recitales, como el del tenor italiano Giovanni Battista Rubini (1794-1854) en 1841, o el aún más memorable del pianista y compositor húngaro Franz Liszt (1811-1886) en 1844, del que todavía figura una placa conmemorativa en el exterior del edificio. El Liceo fue también famoso por sus bailes de carnaval, cuya temporada culminaba todos los años con el popular baile de la piñata.
A partir de mediados de la década de los cuarenta, sin embargo, las secciones del Liceo se restringieron a cuatro –literatura, bellas artes, música y dramática– y sus actividades empezaron a no poder competir con las de otras instituciones, como el Teatro Real. Su cierre definitivo tuvo lugar en 1851. La muerte al año siguiente del duque, pondrá fin al periodo de mayor esplendor del palacio.
El palacio entre 1850 y 1950
A José Antonio de Aragón-Azlor le sucedió su hijo Marcelino, XIV duque de Villahermosa (1815-1888). Formado en Madrid y París y dotado de una profunda vocación literaria, Marcelino de Aragón-Azlor fue erudito traductor de textos clásicos y ejerció como diputado y senador en varias legislaturas. Compañero de estudios de José Zorrilla en el seminario madrileño, Marcelino mantuvo una estrecha amistad con el poeta durante toda su vida y le ofreció una cómoda pensión en el palacio durante sus estancias en Madrid.
Esta deferencia hacia el poeta fue continuada por la hija y heredera de Marcelino, María del Carmen de Aragón-Azlor, XV duquesa de Villahermosa (1841-1905). Casada en 1862 con el político José Manuel de Goyeneche, conde de Guaqui (1831-1893), María del Carmen fue patrona de las artes como su padre. Además de a Zorrilla, alojó en su palacio a María del Pilar de León, I marquesa de Squilache (hacia 1843-1915), anfitriona de una de las más famosas tertulias políticas y literarias del Madrid de entresiglos.
María del Carmen falleció sin descendencia y el palacio de Villahermosa pasó entonces a un primo suyo, Francisco Javier de Aragón-Azlor, XVI duque de Villahermosa (1842-1919). Las caballerizas del palacio, sin embargo, pasaron a su cuñado, Juan Mariano de Goyeneche, III conde de Guaqui (1834-1924) y a la hermana de éste, María Josefa de Goyeneche, I duquesa de Goyeneche (1839-1926), quienes se hicieron construir sendos palacios: el de Goyeneche en 1915, y el de Guaqui –obra de Cesáreo Iradier (1862-hacia 1939)– en 1917.
Por lo que respecta a las viejas casas del mayorazgo de los Vozmediano –en la confluencia de la Carrera de San Jerónimo con la calle del Turco (actual calle del Marqués de Cubas)–, fueron transformadas en 1929 en cinco edificios de viviendas de hasta siete plantas, con lo que el palacio de Villahermosa perdió parte de su antiguo protagonismo en esta zona de la ciudad.
De sede financiera a museo: el edificio desde la década de 1950
- De sucursal del Banco Comercial Transatlántico a sede de la Banca López Quesada
- Museo Thyssen-Bornemisza