Sabemos que los museos son un archivo de memoria. No solo de la vida de las obras o de sus artistas sino también del propio archivo de vida de las instituciones. Museos pequeños y grandes han sido en ocasiones los encargados de dar respuesta a los problemas sociales del momento. Nuestro interés hoy es saber si aún continúa ese carácter social vinculado a los procesos migratorios creando espacios hospitalarios, espacios donde dar lugar al encuentro. Museos que pueden ser casa. Por ello, a continuación, se pueden encontrar diferentes reflexiones sobre cuestiones relacionadas con la idea de hospitalidad en espacios culturales.
A continuación puedes leer un resumen de diferentes conversaciones y encuentros sobre la hospitalidad y el papel de las instituciones culturales como espacios de encuentro. Estas reflexiones se articulan en base a una serie de preguntas que surgieron a partir de diálogos en los que participaron diferentes especialistas provenientes de campos como el comisariado en museos, la antropología, la gestión y producción cultural y la creación artística.
¿Qué entendemos por hospitalidad?
Susana Moliner (Comisaria y productora cultural en Grigri Project): Desde hace un tiempo trabajo en proyectos culturales de carácter comunitario. En muchos de ellos hemos ido planteando distintas temáticas y el año pasado reflexionamos sobre la idea de la hospitalidad. Así, dentro del espacio de reflexión que planteamos, la filósofa Marina Garcés nos dio tres palabras esenciales para entender lo que podía ser la hospitalidad, estas son: “Llegar”, “Acoger” y “Decidir». En un extracto de una entrevista que le hicimos a Marina decía al respecto que es imprescindible entender la hospitalidad como un conjunto de relaciones y de prácticas que no se pueden pensar uno a uno solamente, sino realmente como prácticas colectivas que tejen porque son contrapoderes a lo que son los límites, las fronteras, los espacios fronterizos, los abismos, pero también los abismos mentales, culturales, religiosos, corporales, raciales, que nos atraviesan todo el tiempo.
La hospitalidad no es solamente abrir la posibilidad, sino que esa posibilidad puede hacernos mirar de otra manera la vida, nuestras vidas. Es un ejercicio recíproco, no solamente por el que llega y el que abre sino que hay una transformación de hasta qué punto, en qué momento, ese otro será un nosotros y esa es, a mi juicio, la parte compleja.
En paralelo, en torno a las cuestiones relacionadas con la hospitalidad, trabajamos de manera práctica con la idea de las trayectorias vitales y los mapas. Para afrontar el tema propusimos utilizar círculos concéntricos, donde lo importante para todos y todas era que el centro que nos unía fuera la ciudad de Madrid. Aquí os traigo una de las propuestas, la de Yannick Tresor, de Camerún. Yannick lleva ya dos años en Madrid y tardó casi cuatro años en poder llegar. Intentó cruzar una vez la verja y la pasó, luego cogió una patera en Marruecos y llegó a Almería. La idea que movió la creación de este mapa no era compartir la dificultad y lo traumático del trayecto, sino todo lo aprendido y hacer visibles todos esos espacios y las experiencias y las personas que le hicieron sentirse en casa.
Xirou Xiao (Artista, educadora e investigadora): En mi caso, llevo más de siete años viviendo en España, aquí trabajo como artista, educadora y mediadora y al hilo de la conversación me gustaría compartir lo que es casa para mí. Hace dos años estando en China y sentada en mi casa, junto a mi prima y mi abuela, me hice esa pregunta de la que surge la siguiente reflexión que formaría parte del proyecto Como la casa mía.
“A veces siento que soy una planta sin raíz que vuela con el viento y se siembra donde caiga. Casa es el hogar de mi cuerpo. Mi cuerpo hace el hogar de mi casa aunque a veces no está muy ordenada. Mi casa, donde se cocinan los cariños en aire, donde se baila en silencio y soplan las lágrimas, no, sobre las gotas detrás de las pestañas, donde se escapa el tiempo pero sin parar”.
En cuanto a la hospitalidad, al principio no entendía la palabra, muy exótica. Luego busqué su significado en Google y encontré que es la cualidad de acoger con amabilidad y generosidad a los invitados. Después de leer qué significa hospitalidad oficialmente, no es una palabra que a mí me represente, no me pertenezco yo a esa palabra, ¿de quién está hablando? ¿Desde qué posicionamiento hablan de esa hospitalidad? Y al final soy yo la invitada, la otra y la extraña. Desde ahí, busqué un poco más y en debate sobre hospitalidad hay dos corrientes específicas, por un lado, la idea que la hospitalidad sirve como instrumento ideológico de control al extranjero, mientras otra corriente habla de la hospitalidad como sistema de intercambio de bienes, dones, favores los cuales enfatizan la legitimidad social.
Marco Godoy (Artista visual): En mi trabajo artístico me interesa especialmente el tema del poder, cómo se estructura, cómo se mantiene, y cómo esta cuestión invade lugares, disciplinas y relaciones. En este sentido y en relación a lo que estamos hablando me gustaría lanzaros estas preguntas ¿Qué dirección tiene la hospitalidad? ¿Qué direcciones de jerarquía hay entre el que da y el que recibe? ¿Cómo orientar la hospitalidad a un encuentro entre personas que comparten o intercambian siendo un gesto empático con la posición de cada uno de los participantes?
Sería necesario poner en práctica una hospitalidad que, por ejemplo, no se vea afectada por las relaciones de clase social o género, que son limitaciones que están muy presentes a la hora de visitar una institución o sentirse parte de ella también, ¿no? Creo que, al final, todas estas cuestiones se encuentran implícitas antes de que tú llegues al espacio y ello impide que una persona que es ajena a ese espacio pueda realmente ser parte del mismo.
¿Son los museos espacios de hospitalidad?
¿Cuál es la respuesta del arte a las diferentes crisis sociales?
Sara Torres (Artista investigadora): Vamos con la palabra hospitalidad, pero entonces, ¿cuál es la necesidad? ¿Podemos verbalizar esa necesidad que viene a satisfacer el museo a través de la hospitalidad? Yo siempre he entendido el arte como algo común, si el arte no es de todos, no es arte porque si no, estamos hablando de un lujo. Estamos partiendo de la base de que el arte es una necesidad humana y, como necesidad humana, no tiene que venir un museo a dármelo.
El arte tiene muchas presencias y muchas formalidades en muchos momentos de la vida. Entonces, el museo ¿con qué contribuye? y, si volvemos a la palabra hospitalidad, ¿es una herramienta o no?
Marco Godoy (Artista visual): Pienso que en una colección con tanto recorrido en el tiempo como la del museo Thyssen, al final, todas estas imágenes son una forma de ayudarnos también a estar y entender el presente, a entender la complejidad de nuestra contemporaneidad, porque muchas obras, muchos contextos se han repetido ¿no? Hay un momento muy bonito en la Revolución Francesa, cuando se reúnen todas estas obras que provenían de la aristocracia y dicen: “¿Qué hacemos con ellas?” Algunos dijeron: “las quemamos como símbolo de la tradición si tenemos que inventar un mundo nuevo”. Mientras otras personas abogaron por hacerlas visibles para todas y todos, independientemente de su clase social, género o lugar de procedencia. Entonces, se crea el Louvre y su misión era que, al menos una vez en la vida, todo ciudadano francés pudiera ir porque parte de su experiencia como ciudadano era poder ver esas obras. Entonces, claro, las imágenes por sí mismas en realidad no tienen esa capacidad hasta que tú las activas, les das vida para que de repente sean contemporáneas.
Por ello, ¿cómo hacer que mi experiencia como visitante pueda hacer que, cuando salga de un museo, estas imágenes activadas se vengan conmigo? Claro, también hay que entender que la sociedad va cambiando muy rápido. Entonces, igual no es tanto mirar la colección, como mirar a la sociedad. Así que me pregunto, ¿cuál es el punto de negociación? ¿Cuál es el punto de encuentro entre imágenes y experiencias? Yo siempre creo que el trabajo de las imágenes tiene mucho que ver con tejer, tejer una experiencia, un tiempo, una imagen en la que tú como espectador puedes desarrollar esa especie de relación con la obra de arte.
Rufino Ferreras (Jefe del Área de Educación, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza): La cuestión es dónde nos situamos. Creo que es necesario no mirar únicamente desde la historia del arte, la historia del arte es una herramienta más, debemos mirar desde la contemporaneidad y todo lo que conlleva. El poder mirar el pasado desde el hoy me trae a la cabeza la frase apócrifa, atribuida a Mark Twain, “La historia no se repite pero rima”. Efectivamente podemos hablar de pasado y evidenciar problemas del presente a través de imágenes de hace siglos, pues el ser humano siempre ha tenido las mismas problemáticas en contextos distintos, en tiempos distintos y yo creo que es la manera en que el relato se puede revertir y los museos pueden ser pertinentes para las sociedades del siglo XXI. No tiene sentido acercarnos a las obras solamente a través de relatos del pasado con una sociedad que nos está pidiendo relatos del futuro.
Susana Moliner: Posibilitar que la propia colección sea un poliedro, a ver si lo digo bien, que pueda tener muchos prismas y que pueda generar esos relatos necesarios.
Juan Ángel López Manzanares (Conservador y Responsable de Contenidos, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza): A partir de todo lo que estamos hablando creo que uno de nuestros campos de trabajo puede ser el de construir experiencias y relaciones con las personas a modo de rizoma, como una raíz que se extiende horizontalmente, pero que no tiene un centro. Creo que un museo debe perder mucho si quiere ser hospitalario, en el sentido fuerte de la palabra. Tiene que descentralizarse, admitir que hay muchos relatos distintos, que hay mucha gente distinta, desarrollar un discurso plural, fragmentado, aunque los museos no suelen hacer eso.
También al hilo de la conversación me gustaría contaros que uno de los momentos más reveladores de mi carrera llegó el año pasado, cuando asistí al Congreso Internacional del ICOM en Kyoto. En él se debatió la nueva definición del museo y, aunque no salió adelante —en buena medida por los reparos de los museo de arte, de ideología tradicional frente a los de antropología o ciencias naturales— se delineó el museo del futuro. Varias fueron las ideas fundamentales que se debatieron, con las cuales me siento bastante identificado: la necesidad de que el museo responda a los retos de su tiempo (cambio climático, pobreza, desigualdades sociales y culturales, etc.); su papel activo como foro de debate social y creador de bienestar social (y no sólo como templo para la contemplación de belleza destinada a unos pocos); su sentido inclusivo, abierto a las comunidades de su entorno; su carácter crítico, que promueva diversos relatos frente al relato único impuesto por las direcciones de los museos.
¿Cómo están los museos interpelando a los públicos?
¿Cómo nos gustaría que fuesen?
¿Qué podrían hacer para satisfacer las demandas sociales?
¿Cómo pueden crear redes y construir comunidades de apoyo?
¿Puede ser el museo una casa?
Ana Gómez (Historiadora del arte, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza): Los museos nacen como espacios para conservar y exponer colecciones, como instituciones que legitiman el conocimiento. Se convierten, de esta manera, en un espacio de poder. Espacios para mirar y admirar obras. Estos museos se crean siguiendo estructuras del pasado y dentro de lógicas capitalistas y globalizadas. Por un lado en nuestros días los museos responden a esas demandas, pero por otro lado los museos tienen la oportunidad de crear espacios más inclusivos y sociales. Pero, ¿cómo conseguir crear una trama de relación con el otro, con el que no viene al museo y escucharle y ver desde dónde construir esa experiencia? Pienso que básicamente lo importante es centrarse en la escucha del otro y en la construcción de experiencias y relatos universales, los temas y preguntas que nos unen a todas las personas y no tanto en lo que nos separa.
Sara Torres: Yo con la única estrategia de movilización con la que no tengo un conflicto, es con la que viene de fuera, la idea de que existe una demanda social, porque cambiar las estructuras internas sabemos que es muy complicado desde nuestras pequeñas madrigueras, pero si hay una demanda social y es fuerte y es contundente, entonces el museo no tiene otra opción.
Marco Godoy: Volviendo a la hospitalidad, que a mí me sigue causando los mismos problemas, llevo un rato pensando dónde está la mirilla, ¿no? Llevamos un buen rato preguntándonos cómo hacer el museo más hospitalario, pero yo quería preguntar: ¿se les ha consultado a las comunidades cómo se sentirían más cómodos ellos en lugar de plantearnos…? ¿Cómo hacemos ese acto de membrana, de acercarnos?
Patricia Alonso (Conservadora del Museo Nacional de Antropología): Nosotros en el Museo de Antropología estamos repensando nuestra propia institución para darle una vuelta. Llevamos varios años intentando cambiar las cosas con proyectos donde repensamos las colecciones a partir de la participación de las comunidades de origen. Así hemos realizado cuatro exposiciones temporales en las que esta participación ha sido clave. Tigua: Arte desde el centro del mundo, comisariada junto con Alfredo Toaquiza, uno de los pintores de Tigua más destacados, Rio somos nós! Los museos comunitarios de Río de Janeiro y el giro decolonial, comisariada por los profesionales de los ocho museos comunitarios que participaron y dos exposiciones más, la primera centrada en los migrantes ecuatorianos y la segunda en la comunidad senegalesa en Madrid. En estas exposiciones el museo ofrece los medios y asesoramiento, pero son los migrantes que participan en el proyecto los que toman las decisiones que afectan a la exposición y elaboran el discurso. Son ellos los que deciden qué es lo quieren contar sobre sí mismos, sobre su país de origen y sus experiencias en España.
Rufino Ferreras: Me gustaría cerrar mi aportación a estos encuentros planteando que los museos quizás, también en una especie de devenir neoliberal, han defendido una idea de institución social… donde en realidad ve a la persona como un cliente y no como un agente que forma parte de algo, de un hogar. Y en esa línea siempre estamos hablando de los derechos de los otros, los que no tienen acceso a los museos, pero nunca nos damos cuenta del derecho a no querer venir y ese derecho también lo tenemos que defender los museos. Defender el derecho de la gente que no quiere venir para discernir y reflexionar sobre el propio papel del museo en la sociedad actual.
Susana Moliner: Me parece muy pertinente tu reflexión. Muchas veces se enfoca este tipo de propuestas de incluir otras voces y de integrar otras comunidades en esa cuestión. Se interpela al vecino, al migrante, a las mujeres, a los del barrio, etc., y la primera respuesta es que quizás no les interesa, que de alguna manera no sienten pertenencia, ni se sienten interpelados. En este sentido, creo que es interesante plantearlo más como una necesidad de la propia institución para aprender y mirarse desde otro lugar, de descentrarse. Un museo que crece desde esos puntos de vista, para aprender y hacer visibles esos otros relatos que andan escondidos en las propias obras.
“Necesitamos construir un mundo común, una comunidad humana no basada en la pertenencia a un suelo, sino a un mundo que tenga una historia común”
Felwine Sarr
“Necesitamos construir un mundo común, una comunidad humana no basada en la pertenencia a un suelo, sino a un mundo que tenga una historia común”
Felwine Sarr