A París
«Olvidaba anunciarte que he encontrado una habitación en el Grand Hôtel du Louvre, con una vista soberbia de la avenida de l’Opéra desde la esquina de la place du Palais Royal. ¡Es muy bonito! Tal vez no sea del todo estético, pero me encanta tener la posibilidad de pintar esas calles de París que solemos considerar feas, y que en cambio son tan plateadas, luminosas y llenas de vida… Son totalmente distintas a los bulevares… ¡Son la plena modernidad!» Camille Pissarro a su hijo Lucien
En enero de 1898 Camille Pissarro se instaló en el Grand Hôtel du Louvre –número 172 de la rue de Rivoli– para pintar París. Este emplazamiento ofrecía una inmejorable panorámica de la rue Saint-Honoré, de la place du Théâtre Français, de la Avenue de l’Opéra y de la suntuosa Ópera Garnier. Desde un primer momento, el pintor se mostró encantado con las vistas y comenzó a trabajar en una serie de obras, entre ellas Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia, de 1897.
Camille Pissarro
Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia, 1897
Óleo sobre lienzo. 81 x 65 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Pissarro visitó París, por primera vez, en septiembre de 1855, momento en el que la ciudad acogía la Exposition Universelle des produits de l’Agriculture, de l’Industrie et des Beaux-Arts. Eran los inicios del Segundo Imperio y Napoleón III, junto a Georges-Eugène Haussmann, tenía como objetivo convertir a París en «la ciudad más maravillosa del mundo», aunque para ello se necesitó demoler casi 20.000 edificios y miles de personas se vieran desplazadas de sus hogares.
Esta alteración radical de la ciudad conllevó una gran especialización funcional del suelo, la especulación inmobiliaria y, en consecuencia, la preeminencia de unos ciudadanos frente a otros. El nuevo diseño urbano respondía a los intereses propios de la burguesía dominante frente al de las clases populares. Surgía así un nuevo modelo de ciudad que determinó la manera de vivir de sus ciudadanos –muy poco quedaba ya del París de las calles estrechas, la de los patios de vecinos–.
Alfred Guesdon
Palacio de la Industria de París, Exposición universal, 1855
Musée Carnavalet
Charles Marville
Urinario con tres habitáculos, bulevar Omano, París,
entre 1858 y 1878
Musée Carnavalet
Charles Marville
Bois de Boulogne, París, entre 1858 y 1862
Musée Carnavalet
Charles Marville
Calle de Constantine, París, hacia 1865
Musée Carnavalet
Achille Quinet
Estación del Norte, París entre 1870 y 1880
Musée Carnavalet
Si se contempla Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia, como documento urbanístico, parece que el maestro impresionista busca destacar el frenesí de los viandantes, el intenso tráfico que discurre por esta vía y la estética haussmaniana de la calle-muro.
Recoge también la simetría y la horizontalidad de los edificios, cuyo carácter de continuum aparece reforzado por la disposición de los balcones, las ventanas y las cornisas existentes –en estas construcciones, de entre cinco y seis niveles, se destinaba la planta baja a usos comerciales y el resto de los espacios a viviendas–.
Así mismo, el pintor traslada con precisión casi milimétrica la posición de las fuentes y de los árboles de la place du Théâtre-Français (hoy la place André Malraux), recordándonos como Napoleón III y el barón Haussmann habían decidido crear numerosas plazas arboladas, al estilo de las squares londinenses, con el fin de introducir la naturaleza en el entorno urbano.
Pissarro en la ventana de su estudio de Éragny paleta en mano, hacia 1891
Musée Pissarro Archives, Pontoise
Hippolyte Blancard
Calle Saint-Honoré, cerca de la plaza del Théâtre Français, París, 1888
Musée Carnavalet
Anónimo
Terraza de un café-restaurante, París, siglo XIX y XX,
Musée Carnavalet
Hippolyte Blancard
Fuente de la plaza del Théâtre-Français, París, hacia 1890
Musée Carnavalet
Charles Marville
Farol, patio del Louvre, París, entre 1858 y 1871
Musée Carnavalet
Si se analiza la pintura desde un punto de vista ideológico llama la atención el encuadre utilizado por Pissarro para la obra, pues difiere del empleado en escenas rurales, pintadas estas con un punto de vista más próximo, para expresar el contraste entre su habitar amable y sencillo y la vida compleja y acelerada de la gran ciudad. No hay que olvidar que las últimas obras de Pissarro coinciden con un acercamiento al ideario anarquista y que el gran maestro residió, habitualmente, en pequeñas localidades como Louveciennes, Pontoise o Éragny.
Resulta posible que el impresionista, con sus series de vistas urbanas, quisiera ser únicamente un observador. No interactuar con nadie, solo contemplar. Pasar desapercibido. De esta manera, renunciando a su propio deambular, podía convertir a la ciudad, a París, en la auténtica protagonista.
«Mis ideas no son quizá muy estéticas pero estoy contento de pintar estas calles de París de las que se opina a menudo que no tienen carácter. Son muy diferentes, muy modernas». Camille Pissarro
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza