Manifestación patriótica
«Nosotros cantaremos a las grandes muchedumbres agitadas por el trabajo, el placer o la revuelta; cantaremos a las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas». Al contemplar Manifestación patriótica, pintada por Balla en 1915, estas palabras escritas por Marinetti en su Primer manifiesto futurista de 1909 adquieren un carácter premonitorio. Esta pintura forma parte de una serie dedicada a las manifestaciones celebradas en las calles de Roma para pedir la intervención de Italia en la guerra, decisión que se tomó finalmente en mayo de 1915. Tanto Balla como los demás futuristas, llevados por su entusiasmo juvenil, hicieron del intervencionismo la razón esencial de su existencia. Su espíritu nacionalista les llevó a una apasionada exaltación de la contienda: «Queremos glorificar la guerra, única higiene del mundo».
Manifestación patriótica, que representa el ondear de banderas italianas con sus tres colores, verde, blanco y rojo, que envuelven a una muchedumbre compacta, es la interpretación de Balla de una de esas manifestaciones intervencionistas. Aunque no se sabe exactamente qué manifestación concreta pintó Balla en este cuadro, la aparición de la frase «Morte Giolitti» en uno de los estudios previos de esta composición lleva a Christopher Green a sugerir que se trata de la concentración que tuvo lugar frente a la estación de Roma el 9 de marzo de 1915, a la llegada del político neutralista Giovanni Giolitti. Ahora bien, el mismo autor sugiere que el hecho de que Balla introdujera el número 8 en el vértice de la composición —el emblema de la Casa de Saboya, cuya cabeza, el rey italiano, era un convencido intervencionista— podría indicar que se trata de la manifestación organizada por el escritor Gabriele D’Annunzio el 21 de marzo de 1915 en la Piazza Quirinale de Roma, en la que Vittorio Emanuele salió al balcón del Palacio Real y gritó: «Viva Italia».
Existen varias versiones de este tema relacionadas con la pintura del Museo Thyssen-Bornemisza y otras muchas obras de Balla sobre los mismos tumultuosos acontecimientos. Casi todas ellas se caracterizan por la explosión de los colores de la bandera italiana que intensifican las violentas espirales de la composición. Al ser expuestas en 1918, Umberto Boccioni escribió un entusiasmado elogio: «Sus últimas obras, inspiradas en las violentas concentraciones antineutralistas, han alcanzado unos resultados sin comparación en Europa hoy en día. Ya no hay sólo un valor plástico objetivo, todo se ha visto transfigurado por la idea de dinamismo, interpretada como un sentido intuitivo de la abstracción».
Efectivamente, desde el final de 1912 Giacomo Balla se dedicaba a explorar plásticamente la naturaleza dinámica, acercándose a la abstracción. Con la aparición del nuevo mito de la velocidad, Balla, como los demás jóvenes futuristas, se lanzaría a buscar imágenes capaces de representar el ritmo de los tiempos modernos. Al inicial estudio del paso de los automóviles por las calles de Roma, siguió la representación de estas manifestaciones callejeras, con las que pretendía transmitir sensaciones del movimiento y sonido de la vida urbana. Mediante lo que él denominaba «líneas de velocidad», intentaba crear un equivalente abstracto del universo, cuyos planteamientos teóricos explicó en un manifiesto firmado por él y Fortunato Depero en 1915: «Hallaremos equivalentes abstractos de todas las formas y de todos los elementos del universo para, combinándolos entre sí y siguiendo los caprichos de nuestra inspiración, formar conjuntos plásticos que pondremos en movimiento».
El primer propietario del cuadro fue el coreógrafo ruso Léonide Massine (1896-1979), que lo adquirió directamente del artista en abril de 1917 con motivo del estreno en el Teatro Constanzi de Roma de Feu d’artifice de Igor Stravinski. Esta representación de los ballets rusos de Diághilev con coreografía de Léonide Massine contó con la escenografía de Giacomo Balla.
Paloma Alarcó