Cabinas telefónicas
Richard Estes es considerado uno de los principales protagonistas del fotorrealismo estadounidense. La mayor parte de su producción pictórica está dedicada al paisaje urbano y a la representación de detalles específicos de la vida de las grandes ciudades, en especial de Nueva York, como es el caso de estas Cabinas telefónicas de 1967. El punto de partida de la composición fueron varias fotografías que tomó de unas cabinas telefónicas alineadas, situadas en la confluencia de la calle Broadway, la Sexta avenida y la calle 34, que el artista combinó y transformó para convertirlas en motivo pictórico. La complejidad de la imagen responde al característico realismo de Estes, un realismo que podría vincularse a la tradición de la pintura trompe l’oeil, por su intención de confundir y desconcertar al espectador. A pesar de representar una escena reconocible, la complejidad del encuadre y la confusión de reflejos hacen necesario un esfuerzo adicional de concentración, puesto que nada puede ser captado con una simple mirada. Como en la mayoría de sus pinturas, Estes indaga en la capacidad que tiene el cristal de crear equívocos, ya que puede al mismo tiempo transparentar y reflejar, lo que le permite añadir un grado más de desconcierto. En este ejemplo, la acumulación de reflejos, algunos nítidos sobre el cristal y otros distorsionados sobre las superficies metálicas, nos permite acceder simultáneamente a la escena que tenemos de frente y a los edificios que se encontrarían a nuestras espaldas, de los que podemos reconocer los letreros de los grandes almacenes Macy’s y Woolworth.
Aunque por regla general las ciudades de Estes se encuentran desiertas, estas Cabinas telefónicas se encuentran ocupadas y es, por tanto, uno de los raros ejemplos en los que aparecen figuras humanas. Encerrado en cada uno de los compartimentos hay un personaje de espaldas al espectador. Sandro Parmiggiani los describía como «metáforas de voces entrecortadas y de una humanidad sin rostro, que permanecen incognoscibles dentro de esos espacios impenetrables, a los que aluden como rima visual las manchas que orlan sus bordes metálicos y que acrecientan el misterio y el aturdimiento visual».
El escritor John Updike, que dedicó un bello texto a este cuadro, recapacitaba: «No sabemos nada de las dos personas en el extremo derecho, nada salvo que su ropa es clara; de la pareja de la izquierda sabemos aún menos, parecen transparentes en sus reflejos oblicuos. Gracias a la etiqueta de multitud metropolitana, estas personas han sido reducidas a meros significantes adheridos a unas cabinas telefónicas; como bytes de un ordenador o golpes de una máquina de escribir, ocupan su lugar y dan información. La vacuidad de esta información contrasta con la riqueza visual que el pintor ha impartido sin escatimar esfuerzos, construyendo una ironía artística profundamente tierna».
Paloma Alarcó