Malvarrosas
Durante las dos primeras décadas del siglo XX, Frieseke se recluyó en «Le Hameau», una casa vecina a la residencia de Monet en Giverny, y pintó imágenes de un mundo idílico. No le interesaban ni la vida urbana ni el arte moderno, y se jactaba de que muy raramente leía el periódico. En cambio, Frieseke optó por perpetuar una visión impresionista de finales del siglo XIX, mucho después de que el propio Monet hubiera modificado notablemente sus objetivos y métodos.
El tema de la mujer monumental y elegante portando una sombrilla aparece con frecuencia en las obras de Monet y de Renoir de las décadas de 1870 y 1880, y en la producción de Frieseke entre 1909 y 1915. Aunque el pintor solía hablar con desdén de las convenciones, sus figuras femeninas de cuerpo entero y sus desnudos de mujer recuerdan los de Renoir -al que consideraba como «jefe de los impresionistas»- y mentalmente también las asociaba con las de otros artistas que rindieron homenaje a la gracia femenina, entre ellos Botticelli, Tiziano y Watteau. En esta composición, la figura de la mujer, situada en posición central y para la que probablemente posó la esposa del artista, se articula en forma de masa suave y continua. Frieseke ha enmarcado su silueta curvilínea sobre una trama vertical y horizontal de flores y senderos y su solidez contrasta con un decorativo fondo creado a base de pequeñas y deslumbrantes pinceladas. En el método del artista, el dibujo desempeña un papel fundamental. Mediante un tratamiento simétrico del lienzo cuadrado, subraya la calidad plana y decorativa de la superficie y deja que la figura flote sobre ella. La composición gira en torno a la sólida figura femenina colocada en el centro.
Frieseke admitió abiertamente que este planteamiento de la naturaleza era selectivo. Aunque seguía los dictados del «Impresionismo puro» que Monet estableció en la década de 1870, también se esforzó por plasmar de la forma más espontánea posible sus sentimientos frente a la naturaleza, tratando de observar los fugaces efectos de la luz y del color desde una perspectiva científica. Muy aficionado a la experimentación impresionista, pintó al aire libre y del natural, tratando de captar efectos nuevos y accidentales.
En Malvarrosas Frieseke transmite el calor y la luz de una tarde de verano, acentuando los contrastes entre las pinceladas de color negro, azul muy saturado y verde con los amarillos puros y los intensos rosas y malvas. Consigue algo así como un tour de force técnico con el efecto de las formas iluminadas desde atrás, lo que acentúa la sensación de luz de última hora de la tarde. Al llamar la atención del espectador sobre los extraños juegos de luz, Frieseke pone de manifiesto su fascinación por la fugacidad de la naturaleza. Con los contornos de la mujer bañados en un suave fulgor y la luz que penetra por la translúcida tela de la sombrilla japonesa y el delicado tejido de los pétalos, el tratamiento que el artista da a la luz se pone principalmente al servicio de su constante fascinación ante los misterios privados del mundo femenino.
Kathleen Pyne