Desde comienzos de la década de 1910 Kandinsky se liberó de la necesidad de representar el mundo de las apariencias y llegó a la plena abstracción en unas obras que, como Pintura con tres manchas, le encumbraron como el gran pionero del arte no-objetivo. Kandinsky materializaba así su deseo de crear un equivalente de la música en pintura a través de un estilo que fuese capaz de evocar emociones y que, alejado de la realidad exterior, se convirtiese en la expresión de la fuerza interior del artista. Con sus fluctuantes formas y brillantes colores, que rodean las tres grandes manchas ovoides situadas en el centro de la composición, Kandinsky enfatiza en este lienzo la simbología divina del número tres y nos transporta a su universo personal de aspiración espiritual y mística.

Wassily Kandinsky, líder del grupo expresionista de Múnich Der Blaue Reiter (El Jinete Azul) y uno de los pioneros de la pintura abstracta, atribuía al arte una función mística. Desde alrededor de 1910, el artista renunció a la representación pictórica del mundo a partir de los esquemas de percepción objetiva dictados por la tradición occidental. La forma pasa a ser para él «la expresión exterior de un contenido interior» y no debe, por tanto, estar condicionada por las apariencias exteriores de las cosas sino por esa necesidad que le incita al artista a crear. A través de esa necesidad, o fuerza interior, Kandinsky quiere suscitar emociones en el espectador que vayan más allá de las simples sensaciones y le liberen del materialismo de la vida moderna: «El elemento interno, tomado aisladamente, es la emoción del alma del artista. Esta emoción tiene la capacidad de provocar otra emoción, en el fondo similar, en el alma del espectador».

Pintura con tres manchas, perteneciente a la colección del Museo Thyssen-Bornemisza, fue pintada en Múnich en la primera mitad de 1914, antes de su regreso a Moscú a finales de ese año, en el momento en que sus experimentaciones pictóricas y teóricas habían llevado al artista ruso a las puertas de la abstracción pura. En la composición, una serie de formas fluctuantes de intensos colores, superpuestas unas sobre otras, ocupan todo el espacio pictórico, mientras que en el centro tres manchas ovoides, más compactas, de colores planos azul, verde y rojo, enfatizan la simbología divina del número tres.Ahora bien, a pesar de que Kandinsky se ha liberado prácticamente de toda referencia al mundo de las apariencias, como apunta Peter Vergo, en el dibujo preparatorio a tinta se aprecian ciertas referencias a formas visibles: dos pequeñas barcas con gente, abajo a la izquierda, que podían referirse a algún tema apocalíptico; unas líneas verticales, a la derecha, posibles alusiones a unas figuras esquematizadas, y una forma circular sobre la que Kandinsky ha escrito «Kr.» (Krasnoe, rojo en ruso), que es una referencia al sol.

Por otra parte, esta obra de la Colección se ha relacionado en ocasiones con el conjunto de Paneles Campbell (también fechados en 1914), cuatro grandes lienzos encargados a Kandinsky por el empresario americano Edwin R. Campbell, el fundador de la Chevrolet Motor Company, para su casa situada en la lujosa Park Avenue de Nueva York, tras haber contemplado las obras del artista en el Armory Show de 1913. Estas pinturas, hoy en el Museum of Modern Art de Nueva York, fueron numeradas por Kandinsky en su lista manuscrita de obras con los números 198 a 201, inmediatamente a continuación de la del Museo Thyssen-Bornemisza, que aparece con el número 196. Por el hecho de ser cuatro y por los cambios de tonalidades entre una y otra, Kenneth Lindsay sugiere que Kandinsky tenía en mente una cierta idea de paisaje y las consideró como la representación de las cuatro estaciones del año. En cualquier caso, a la luz de las creencias de Kandinsky, tanto los Paneles Campbell como Pintura con tres manchas deben ser interpretadas como pinturas no-objetivas y como símbolos de una aspiración espiritual. Bajo esta óptica, la combinación de ritmos de formas y colores abstractos que contemplamos, no es otra cosa que la plasmación plástica de la creación del cosmos.

Paloma Alarcó

Siglo XXs. XX - Pintura europea. Pioneros de la abstracciónPinturaÓleolienzo
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