Desde comienzos de la década de 1910 Kandinsky se liberó de la necesidad de representar el mundo de las apariencias y llegó a la plena abstracción en unas obras que, como Pintura con tres manchas, le encumbraron como el gran pionero del arte no-objetivo. Kandinsky materializaba así su deseo de crear un equivalente de la música en pintura a través de un estilo que fuese capaz de evocar emociones y que, alejado de la realidad exterior, se convirtiese en la expresión de la fuerza interior del artista. Con sus fluctuantes formas y brillantes colores, que rodean las tres grandes manchas ovoides situadas en el centro de la composición, Kandinsky enfatiza en este lienzo la simbología divina del número tres y nos transporta a su universo personal de aspiración espiritual y mística.

Emociones a través del arte

Esta obra está dentro del estudio que hemos realizado para analizar la respuesta emocional de las personas al observar 125 obras del museo.

Alegría: 45.47%
Aversión: 7.59%
Desprecio: 2.07%
Ira: 10.13%
Miedo: 8.82%
Sorpresa: 8.78%
Tristeza: 17.16%
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