La escalera (Segundo estado)
1914
Óleo sobre lienzo.
88 x 124,5 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Nº INV.
645
(1977.9
)
Sala 42
Planta primera
Colección permanente
El 5 de mayo de 1913 Fernand Léger, uno de los participantes en la «Salle 41» del Salon des Indépendants de 1911, que dio carta de naturaleza al movimiento cubista, pronunció en París la conferencia «Les Origines de la peinture contemporaine et sa valeur représentative», en la que declaraba: «El realismo pictórico es la ordenación simultánea de tres grandes cualidades plásticas: las líneas, las formas y los colores». Si Picasso y Braque fueron quienes inventaron un nuevo lenguaje plástico que rompió con toda la pintura anterior, Léger quiso encontrar una nueva belleza en el mundo y capturar los contrastes de la vida moderna a través de los contrastes pictóricos, compaginando el cubismo con el uso del color. Léger llevó a la práctica este nuevo planteamiento estético en una serie de cuarenta y cinco pinturas que denominó Contrastes de formas, de 1913 y 1914, que marcan el punto álgido de su carrera durante el periodo anterior a la Gran Guerra. En este conjunto, a pesar de utilizar un lenguaje cercano a la abstracción, se detecta la intención de representar la figura humana; una figura humana deshumanizada y mecanizada que se funde con su fragmentado entorno, que no es otro que el mundo de la máquina y de la tecnología. En contra de la planitud propia del cubismo más ortodoxo, Léger otorgó a los objetos un sentido de volumen físico: «Opongo las curvas a las rectas, superficies lisas a formas modeladas». Esto le llevó a utilizar unas formas tubulares, con planos cóncavos y convexos y ritmos mecánicos, construidas a base de contrastes de colores puros.
En su estudio de esta pintura, Christopher Green hace referencia a una carta de Léger fechada el 14 de noviembre de 1915 en la que menciona un grupo de obras realizadas en Normandía un mes antes del comienzo de la guerra, tituladas La escalera y derivadas de sus investigaciones abstractas de contrastes de formas y colores. En el catálogo razonado del artista de Georges Bauquier aparecen recogidas, además de La escalera de la colección Thyssen-Bornemisza, otras cinco obras de la misma serie. En la versión del Museo Thyssen-Bornemisza, un grupo de figuras mecanizadas, construidas a base de formas cilíndricas, están bajando hacia el espectador por una escalera de la que podemos claramente discernir la barandilla en escorzo y unos cuantos escalones amarillos a la derecha de la composición. Las formas tubulares, que delimitan las líneas negras de los contornos, adquieren volumen gracias a unos cuantos toques de rojo, azul y amarillo, que sólo cubren la superficie parcialmente dejando a la vista el resto de la tela. La profundidad se consigue a través de la superposición de planos y formas y, aunque no hay una fuente de luz definida, Léger utiliza algunas pinceladas de blanco para resaltar determinadas zonas y aumentar la tridimensionalidad de las formas cilíndricas. El movimiento, que se crea a través de la rotación que parecen tener las distintas piezas articuladas de las figuras y por su avance hacia el espectador, pone a Léger en relación con otros pintores contemporáneos interesados en representar escenas en movimiento: con su amigo Robert Delaunay, con Marcel Duchamp —cuyo Desnudo bajando la escalera, de 1911, fue expuesto en el Salon de la Section d’Or de 1912— o con los futuristas italianos, con los que comparte un mismo interés por la captación de la mecanización y la velocidad de la vida moderna.
Por lo demás, la representación del contraste, la fragmentación y la simultaneidad de la ciudad moderna que reflejó Léger en su obra no puede dejar de relacionarse con la exaltación de la ciudad y la representación del yo fragmentado en el espacio y en el tiempo, presente en la poesía de Guillaume Apollinaire. Su noción de simultaneísmo, a la que se refiere el propio título de la serie, Contrastes de formas, es la misma que Apollinaire propone para su poesía a partir de 1912. Su poema Zone, de 1912, traduce su propia experiencia de la ciudad y ofrece un calidoscopio de imágenes a través de nuevos procedimientos poéticos, como el verso libre y la estética de la simultaneidad y la fragmentación.
Paloma Alarcó
En su estudio de esta pintura, Christopher Green hace referencia a una carta de Léger fechada el 14 de noviembre de 1915 en la que menciona un grupo de obras realizadas en Normandía un mes antes del comienzo de la guerra, tituladas La escalera y derivadas de sus investigaciones abstractas de contrastes de formas y colores. En el catálogo razonado del artista de Georges Bauquier aparecen recogidas, además de La escalera de la colección Thyssen-Bornemisza, otras cinco obras de la misma serie. En la versión del Museo Thyssen-Bornemisza, un grupo de figuras mecanizadas, construidas a base de formas cilíndricas, están bajando hacia el espectador por una escalera de la que podemos claramente discernir la barandilla en escorzo y unos cuantos escalones amarillos a la derecha de la composición. Las formas tubulares, que delimitan las líneas negras de los contornos, adquieren volumen gracias a unos cuantos toques de rojo, azul y amarillo, que sólo cubren la superficie parcialmente dejando a la vista el resto de la tela. La profundidad se consigue a través de la superposición de planos y formas y, aunque no hay una fuente de luz definida, Léger utiliza algunas pinceladas de blanco para resaltar determinadas zonas y aumentar la tridimensionalidad de las formas cilíndricas. El movimiento, que se crea a través de la rotación que parecen tener las distintas piezas articuladas de las figuras y por su avance hacia el espectador, pone a Léger en relación con otros pintores contemporáneos interesados en representar escenas en movimiento: con su amigo Robert Delaunay, con Marcel Duchamp —cuyo Desnudo bajando la escalera, de 1911, fue expuesto en el Salon de la Section d’Or de 1912— o con los futuristas italianos, con los que comparte un mismo interés por la captación de la mecanización y la velocidad de la vida moderna.
Por lo demás, la representación del contraste, la fragmentación y la simultaneidad de la ciudad moderna que reflejó Léger en su obra no puede dejar de relacionarse con la exaltación de la ciudad y la representación del yo fragmentado en el espacio y en el tiempo, presente en la poesía de Guillaume Apollinaire. Su noción de simultaneísmo, a la que se refiere el propio título de la serie, Contrastes de formas, es la misma que Apollinaire propone para su poesía a partir de 1912. Su poema Zone, de 1912, traduce su propia experiencia de la ciudad y ofrece un calidoscopio de imágenes a través de nuevos procedimientos poéticos, como el verso libre y la estética de la simultaneidad y la fragmentación.
Paloma Alarcó