Composición de colores / Composición nº I con rojo y azul
En la exposición Cubismo y arte abstracto que Alfred Barr, el primer director del Museum of Modern Art de Nueva York, organizó en 1936, Piet Mondrian destacaba como el máximo representante de la corriente geométrica de la abstracción. Barr la definía como «la forma del cuadrado enfrentada a la silueta de la ameba» y la diferenciaba de la otra corriente abstracta más biomórfica y orgánica, representada por figuras como Kandinsky o Miró. Aunque su vinculación al grupo neoplasticista holandés De Stijl finalizó en 1925 por desavenencias con Van Doesburg, Mondrian dedicó toda su vida y su obra a la investigación del equilibrio de las formas ortogonales y los colores primarios. Esa apasionada búsqueda del equivalente plástico de una verdad universal hace de él uno de los principales protagonistas del movimiento moderno. En ese proceso de reducción del lenguaje plástico a sus elementos básicos, a una simple trama de verticales y horizontales, apareció en su obra la estructura de la retícula que, como ha señalado Rosalind Krauss, se convirtió a partir de entonces «en emblema de los anhelos modernos, en el ámbito de las artes visuales».
Para Mondrian la geometría era un principio espiritual, un modo de establecer un nuevo orden universal frente al caos de la naturaleza. Composición de colores/ Composición n.º I con rojo y azul, de 1931, es un buen ejemplo del ascetismo extremo de sus formas geométricas, de su simplificado vocabulario artístico, que se encontraba ya plenamente definido desde su regreso a París, cuando publicó su manifiesto del neoplasticismo. La estructura de cuadrícula, a base de cuadrados planos, blancos o de colores primarios (en este caso sólo rojo y azul), separados por gruesas líneas negras, sigue aquí el principio de equilibrio dinámico que anticipa las composiciones de finales de la década de los años treinta.
Para provocar en el espectador un sentimiento espiritual de armonía, tal y como aclamaba el neoplasticismo, Mondrian consideraba que el artista debía encubrir al máximo su personalidad. Ahora bien, paradójicamente, la estructura geométrica de sus pinturas no estaba dictada por las leyes matemáticas sino por su propia intuición. De hecho, en la pintura de nuestra Colección las pruebas con rayos infrarrojos muestran varias líneas ocultas, trazadas con carboncillo, que son prueba de las variaciones a las que sometía la composición antes de decidir la disposición final.
El historial de exposiciones de este lienzo es muy extenso y, como se puede apreciar en la fotografía del montaje de la exposición de la Nieuwe Kunstschool de Paul Citroen, celebrada en Amsterdam en 1935, la obra poseía el mismo marco blanco que tiene en la actualidad.
Paloma Alarcó