La casa entre las rosas
El cuadro muestra la casa del artista en Giverny vista frontalmente desde el jardín. De la casa, situada al fondo, se ve la cubierta de pizarra oscura (teñida de violeta por la luz), los huecos sombreados de las ventanas del primer piso, y un hueco (puerta o ventana) de la planta baja. Dos grandes rosales cubiertos de flores enmarcan la composición: el de la izquierda, situado en primer término, está cortado por el encuadre, el de la derecha, situado más atrás, se ve casi entero. Los rosales y la casa ocupan la mayor parte del plano pictórico; el resto lo ocupa el cielo y un macizo de iris azules (con la floración ya seca), situado en primer término abajo.
Desde 1913 y hasta su muerte en 1926 Monet estuvo ocupado sobre todo en pintar el gran ciclo decorativo de los Nenúfares. El resto de las obras que llevó a cabo durante esos años son cuadros con vistas de su jardín. Se trata de cuadros de formato convencional, pintados en su mayoría al aire libre, que pueden dividirse en varios grupos temáticos, el más numeroso de los cuales está dedicado al llamado «puente japonés». Muy pocos de estos cuadros están firmados y fechados, por lo que su datación precisa puede establecerse sólo de modo aproximado y a partir de información circunstancial. La serie a la que pertenece el presente cuadro consta de seis cuadros (W 1953-1958). Atendiendo a los testimonios de los visitantes del estudio de Monet, Wildenstein los fecha en el verano de 1925.
Monet, que sufría de cataratas desde 1912, fue operado finalmente en 1923. Como secuela de la operación sufrió alteraciones en la percepción del color y tuvo que someterse a una serie de medidas correctoras que no surtieron efecto hasta la primavera de 1925. Comienza entonces un período de trabajo intenso. En una carta a un amigo, André Barbier, fechada en julio, Monet se excusa por no poder recibirle porque «tengo que estar libre a las diez de la mañana para reanudar el trabajo. Esta es para mí una alegría inigualada. Desde su visita anterior mi vista ha mejorado enormemente. Trabajo como nunca y estoy muy contento con lo que hago. Si mis lentes fueran aún mejores, lo único que pediría sería llegar hasta los cien años».
En contraste con las vistas de jardín pintadas en años precedentes (algunas de las cuales tienden a la monocromía), las del verano de 1925 se caracterizan por una paleta más amplia y una pincelada más cursiva. El cuadro que aquí se comenta es uno de los mejores ejemplos. La serie de seis cuadros (tres apaisados, dos verticales y uno cuadrado) que presenta la casa frontalmente se caracteriza por una factura más acabada y, al mismo tiempo, por una mayor libertad en la respiración del color. La disposición frontal tiende a reforzar el juego -más marcado en los dos lienzos de formato vertical- de la simetría compositiva, y esto a su vez produce (como ocurre con los paisajes que Jawlensky pinta en la segunda década de siglo) un efecto de hieratismo estático que refuerza la proximidad del último Monet a la nueva pintura abstracta del siglo XX.
Tomàs Llorens