Arquitectura pictórica (Bodegón: Instrumentos)
1915
Óleo sobre lienzo.
105,5 x 69,2 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Nº INV.
715
(1976.88
)
Sala 43
Planta primera
Colección permanente
Arquitectura pictórica (Bodegón: Instrumentos) de Liubov Popova es una obra clave para entender la evolución del arte ruso desde el cubismo al arte abstracto. Popova participó en 0.10. La última exposición futurista de pintura, organizada por Malévich en diciembre de 1915, con una serie de obras cubofuturistas, y a partir de entonces su arte se transformaría bajo el influjo de las ideas suprematistas.
En las denominadas Arquitecturas pictóricas, una serie de pinturas no-objetivas ejecutadas entre 1916 y 1918, Popova comenzó a explorar las posibilidades de un vocabulario abstracto, siguiendo las ideas de Malévich. La elección del término «Arquitectura» se debe a su intención de resaltar los aspectos constructivos de la imagen y la creación de ritmos de planos superpuestos de intenso colorido, para lograr composiciones muy estructuradas. Este lienzo de la colección Thyssen-Bornemisza es uno de los más tempranos del conjunto, pues aunque algunos estudios recientes lo han fechado en 1916, John E. Bowlt y Nicoletta Misler apuntan la posibilidad de que sea una obra de 1915 y que estuviera ya presente en la mencionada exposición 0.10. Se trata de una composición en la que todavía se mantienen algunas referencias al mundo objetual cubista, como testimonia la silueta de la guitarra, claramente reconocible, pero ya se manifiesta una geometrización y una superposición de planos «flotantes» cuya interacción, como ha señalado Magdalena Dabrowski, «crea una tensión y, sin embargo, mantiene un equilibrio dinámico dentro del cuadro».
La arriesgada combinación de colores primarios, que da a sus obras una gran luminosidad, es una de las aportaciones de Popova al suprematismo. Como era habitual en estas composiciones, algunas zonas del cuadro están pintadas con una cierta textura, una característica que nos indica el interés de Popova por los materiales y sus cualidades táctiles —o faktura—, que para los vanguardistas rusos era un componente esencial del cuadro.
Aunque en 1922 dejó oficialmente de pintar para dedicarse al diseño, Popova, la «artista-constructora» como la llamaban sus contemporáneos, fue una de las principales defensoras del arte abstracto en Rusia, convencida de que «la forma transformada es abstracta y se halla absolutamente sometida a los requisitos arquitectónicos, como también a las intenciones del artista, quien alcanza completa libertad en la abstracción absoluta, en la distribución y construcción de líneas, superficies, elementos volumétricos y valores cromáticos».
Paloma Alarcó
En las denominadas Arquitecturas pictóricas, una serie de pinturas no-objetivas ejecutadas entre 1916 y 1918, Popova comenzó a explorar las posibilidades de un vocabulario abstracto, siguiendo las ideas de Malévich. La elección del término «Arquitectura» se debe a su intención de resaltar los aspectos constructivos de la imagen y la creación de ritmos de planos superpuestos de intenso colorido, para lograr composiciones muy estructuradas. Este lienzo de la colección Thyssen-Bornemisza es uno de los más tempranos del conjunto, pues aunque algunos estudios recientes lo han fechado en 1916, John E. Bowlt y Nicoletta Misler apuntan la posibilidad de que sea una obra de 1915 y que estuviera ya presente en la mencionada exposición 0.10. Se trata de una composición en la que todavía se mantienen algunas referencias al mundo objetual cubista, como testimonia la silueta de la guitarra, claramente reconocible, pero ya se manifiesta una geometrización y una superposición de planos «flotantes» cuya interacción, como ha señalado Magdalena Dabrowski, «crea una tensión y, sin embargo, mantiene un equilibrio dinámico dentro del cuadro».
La arriesgada combinación de colores primarios, que da a sus obras una gran luminosidad, es una de las aportaciones de Popova al suprematismo. Como era habitual en estas composiciones, algunas zonas del cuadro están pintadas con una cierta textura, una característica que nos indica el interés de Popova por los materiales y sus cualidades táctiles —o faktura—, que para los vanguardistas rusos era un componente esencial del cuadro.
Aunque en 1922 dejó oficialmente de pintar para dedicarse al diseño, Popova, la «artista-constructora» como la llamaban sus contemporáneos, fue una de las principales defensoras del arte abstracto en Rusia, convencida de que «la forma transformada es abstracta y se halla absolutamente sometida a los requisitos arquitectónicos, como también a las intenciones del artista, quien alcanza completa libertad en la abstracción absoluta, en la distribución y construcción de líneas, superficies, elementos volumétricos y valores cromáticos».
Paloma Alarcó