Autorretrato con laúd
Dentro de la pintura costumbrista dedicada a describir la vida cotidiana holandesa, la figura de Jan Steen destaca por el acento satírico y la gracia que imprimió a sus animadas escenas. Interiores de tabernas, las más diversas reuniones familiares en las casas o fuera de ellas, alegres episodios con campesinos, la educación de los niños en la escuela o la visita de un doctor para curar males ajenos a la medicina, constituyeron algunos de los motivos más tratados por Steen dentro de su amplio repertorio temático. Pintor con una gran producción, donde son evidentes los altibajos de calidad, Steen cultivó también el retrato, los temas históricos y los religiosos con notable originalidad. El carácter humorístico de sus pinturas, en las que resultan patentes cierta exageración en la interpretación de los temas y unas actitudes a veces desmedidas, llevaron a Thoré-Bürger y a Schmidt-Degener a compararlo con Molière. Los cuadros de Steen son alegres, llenos de colorido y ejecutados con gran perfección técnica. Algunas de sus composiciones, aunque de aparente carácter anecdótico, esconden un mensaje moralista que ilustra algún dicho popular. En estos casos, Steen suele recurrir a inscripciones o a elementos simbólicos, repartidos por el cuadro, que dan la clave para establecer su verdadero significado. En otras ocasiones, el artista, magnífico narrador, simplemente pinta una escena tranquila y agradable cuyo único fin es su disfrute. En sus cuadros multitud de figuras van trabando con sus miradas, posturas y gestos una composición en la que las reglas espaciales y de proporción a veces son secundarias. La conexión se organiza mediante un juego gestual de correspondencias: las muecas, los cuerpos y las expresiones de los distintos personajes van articulando los grupos, que, a su vez, se ensamblan entre sí siguiendo un ritmo similar.
Esta pintura parece que estaba, en la primera mitad del siglo XVIII, en una colección privada de Amsterdam, ciudad donde está documentada, entre marchantes y coleccionistas, hasta 1833, fecha en la que pasó a La Haya, a la colección de Jan Gijsbert, barón Verstolk van Soelen. Unos años más tarde apareció en Londres, en la colección de Thomas Baring, a cuyos herederos pasó a la muerte de su titular, en 1873, registrándose entre sus bienes hasta pasado el primer cuarto del siglo XX. La tabla fue adquirida para la colección Thyssen-Bornemisza, en 1929, al marchante de Amsterdam Jacques Goudstikker.
Este Autorretrato con laúd se encuentra dentro de la etapa más creativa de Steen, que transcurrió en la ciudad de Haarlem en la década de 1660. Durante ese periodo se percibe en su obra la influencia de Frans Hals, que asoma en esta tabla, como alguna vez se ha subrayado, en la postura que el pintor eligió para representarse. De Hals parecen también proceder algunos de los toques de pincel que animan la composición. Aquí el artista se ha retratado con aire de satisfacción y expresión socarrona. Viste de forma arcaica para su tiempo, con las ropas usadas por los cómicos de las compañías teatrales, las mismas que utilizó para vestir a algunos de los enamorados de sus cuadros y que están inspiradas en los trajes españoles del siglo XVI. La composición que utiliza es sencilla, con un sobrio decorado, al igual que la gama de colores que emplea con un predominio del verde oliva y marrones que despliegan una amplia gama de tonos con los que Steen va describiendo materiales como las telas, la madera o el enlosado del suelo.
Steen también se retrató en escenas costumbristas, como en la moralizante Lo que se gana fácilmente se pierde fácilmente (Museum Boijmans Van Beuningen de Rotterdam) o El trío feliz (colección privada), donde vuelve a aparecer con ropas de teatro aunque sosteniendo un violín. Hasta en el Autorretrato, pretendidamente formal, del Rijksmuseum de Amsterdam, el artista, que frunce el entrecejo, se nos presenta con una atenuada ironía. El Autorretrato del Museo Thyssen- Bornemisza se ha relacionado con uno de los emblemas de Ripa que representa la complexión sanguínea. El laúd junto con la jarra y el libro estarían en consonancia con el carácter alegre y sonriente que se desprende de la imagen del pintor y, por tanto, en contraposición a la complexión melancólica con la que se identificaba tradicionalmente el carácter de los artistas.
Mar Borobia