La expulsión de los mercaderes del templo
hacia 1750 - 1753
Óleo sobre lienzo.
104 x 195 cm
Colección Thyssen-Bornemisza, en depósito en el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC)
Nº INV.
398
(1955.3
)
No Expuesta
Planta segunda
Colección permanente
Planta primera
Colección permanente
Planta baja
Colección Carmen Thyssen y salas de exposiciones temporales
Planta -1
Sala de exposiciones temporales, salón de actos y taller EducaThyssen
Giandomenico Tiepolo, hijo mayor de Giambattista, se formó en el entorno familiar y fue el colaborador más eficaz que tuvo su padre. Aprendió en el taller copiando en papel las composiciones de su progenitor.
Participó en la decoración de los grandes ciclos encargados a Giambattista, como el de la residencia del príncipe-obispo de Würzburg, entre 1750 y 1753; el de Villa Valmarana, Vicenza, en 1757 y el del
Palacio Real de Madrid, entre 1762 y 1770. Independientemente de estas colaboraciones familiares, Giandomenico trabajó desde joven por su cuenta, como atestiguan los catorce óleos del Vía Crucis para la iglesia veneciana de San Polo, fechados entre 1747 y 1749, es decir, comenzados por el artista a la edad de veinte años. En esta serie se ha detectado un realismo en las escenas y en las figuras que constituye una novedad en la producción familiar.
El episodio de la expulsión de los mercaderes del templo figura en los textos de los cuatro evangelistas. Siguiendo el relato de san Juan, Cristo se hizo un azote de cuerdas, entró en el templo y echó a todos cuantos vendían y compraban, derribó las mesas de los cambistas, los asientos de los vendedores de palomas, así como el dinero. Giandomenico sigue en su pintura, sin dificultad, el relato del Nuevo Testamento. Así, Jesús, a nuestra izquierda, sostiene en la mano el látigo, mientras los mercaderes han caído al suelo, junto con sus mercancías, por el ímpetu de su acción. Los tenderos colocados en planos posteriores corren en distintas actitudes, llevando un cordero, como la mujer de la izquierda, o conduciendo un buey, como sucede con el personaje de la derecha. Los animales, ofrendas para el templo, eran rigurosamente seleccionados para todas las economías: las palomas estaban destinadas a las más pobres y las ovejas y los bueyes a las más prósperas. El marco donde se desarrolla esta escena, de formato apaisado y de perspectiva baja, es el templo de Jerusalén, concebido aquí por Giandomenico con unos muros monumentales en los que se abren dos grandes vanos.
Para establecer su datación, la pintura se ha comparado con tres óleos más con los que mantiene similitudes estilísticas: La Última Cena (Würzburg, Würzburg Staatsgalerie), La cena en la casa del fariseo, (Múnich, Alte Pinakothek) y La institución de la Eucaristía (Copenhague, Statens Museum for Kunst). Las dos primeras formaron parte de una serie destinada al palacio de Veitshöchheim y las tres están relacionadas con la estancia de Giandomenico en Würzburg. También se ha detectado, como es lógico, la influencia paterna, eligiéndose como ejemplo la pintura de Esther y Asuero de la colección Bührle de Zurich, que Giandomenico, con toda probabilidad, conoció. Así mismo, se ha visto la influencia de Giambattista en figuras concretas, como la mujer que sostiene en alto la bolsa con el dinero o la que está sentada al lado de la jaula de las aves, cuyo antecedente más próximo es el ciclo Barbaro, ejecutado poco antes del viaje a Würzburg.
Independientemente de estos préstamos, el trabajo lleva el sello de Giandomenico en la personal gama cromática, en la pincelada y en la originalidad en clave cómica del mercader que ha caído al suelo boca abajo.
Mar Borobia
El episodio de la expulsión de los mercaderes del templo figura en los textos de los cuatro evangelistas. Siguiendo el relato de san Juan, Cristo se hizo un azote de cuerdas, entró en el templo y echó a todos cuantos vendían y compraban, derribó las mesas de los cambistas, los asientos de los vendedores de palomas, así como el dinero. Giandomenico sigue en su pintura, sin dificultad, el relato del Nuevo Testamento. Así, Jesús, a nuestra izquierda, sostiene en la mano el látigo, mientras los mercaderes han caído al suelo, junto con sus mercancías, por el ímpetu de su acción. Los tenderos colocados en planos posteriores corren en distintas actitudes, llevando un cordero, como la mujer de la izquierda, o conduciendo un buey, como sucede con el personaje de la derecha. Los animales, ofrendas para el templo, eran rigurosamente seleccionados para todas las economías: las palomas estaban destinadas a las más pobres y las ovejas y los bueyes a las más prósperas. El marco donde se desarrolla esta escena, de formato apaisado y de perspectiva baja, es el templo de Jerusalén, concebido aquí por Giandomenico con unos muros monumentales en los que se abren dos grandes vanos.
Para establecer su datación, la pintura se ha comparado con tres óleos más con los que mantiene similitudes estilísticas: La Última Cena (Würzburg, Würzburg Staatsgalerie), La cena en la casa del fariseo, (Múnich, Alte Pinakothek) y La institución de la Eucaristía (Copenhague, Statens Museum for Kunst). Las dos primeras formaron parte de una serie destinada al palacio de Veitshöchheim y las tres están relacionadas con la estancia de Giandomenico en Würzburg. También se ha detectado, como es lógico, la influencia paterna, eligiéndose como ejemplo la pintura de Esther y Asuero de la colección Bührle de Zurich, que Giandomenico, con toda probabilidad, conoció. Así mismo, se ha visto la influencia de Giambattista en figuras concretas, como la mujer que sostiene en alto la bolsa con el dinero o la que está sentada al lado de la jaula de las aves, cuyo antecedente más próximo es el ciclo Barbaro, ejecutado poco antes del viaje a Würzburg.
Independientemente de estos préstamos, el trabajo lleva el sello de Giandomenico en la personal gama cromática, en la pincelada y en la originalidad en clave cómica del mercader que ha caído al suelo boca abajo.
Mar Borobia