El encuentro de Tamar y Judá
Estas dos telas, por sus dimensiones y por su tratamiento, están consideradas pendants, siendo su nexo de unión las historias del Antiguo Testamento que se representan en sus superficies. Ambos óleos pertenecieron a la colección británica Watney y figuraron después en una colección privada veneciana. La pareja de lienzos fue una adquisición hecha en 1977 por Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, momento en el que se sumaron al conjunto atesorado en Villa Favorita. Las dos pinturas, inéditas en la producción de Tintoretto, fueron publicadas por vez primera por Pierluigi de Vecchi, nueve años antes de su entrada en la colección Thyssen-Bornemisza. Posteriormente las obras fueron recogidas en la monografía de Rodolfo Pallucchini, publicada en colaboración con Paola Rossi, donde se propuso una datación en torno a la segunda mitad de la década de 1550.
La historia de Judá y Tamar se recoge en el Génesis. Judá, esposado con la cananea Sué, tuvo tres hijos varones: Er, Onán y Sela. Er contrajo matrimonio con Tamar, pero fue malo a los ojos de Yavé y Éste lo mató. Judá, al no tener descendencia de su primogénito, propuso a su segundo hijo, Onán, para que mantuviera relaciones con su cuñada Tamar a fin de asegurar la prole de la familia, sugerencia esta que Onán, al que Yavé también mató pues su conducta no era la deseada, desestimó. Ante estos acontecimientos, Judá ordenó a Tamar que fuera a vivir a casa de su padre, hasta que su tercer hijo, Sela, se hiciera mayor. Pasaron los años, Judá enviudó y un día comentaron a Tamar que su suegro había ido a Tamna al esquileo. Tamar se despojó de sus ropas de viuda, se vistió con un velo y se sentó a la entrada de Enaím, en el camino de Tamna. Cuando pasó por este camino Judá la confundió con una meretriz, pues la mujer tenía el rostro cubierto, y le propuso yacer con ella; Tamar, a cambio, solicitó en prenda, hasta que recibiera un cabrito del rebaño de Judá como prestación al servicio, su sello, el cordón del que colgaba y su báculo. Judá envió el cabrito de su rebaño a través de su amigo Jira pero éste no encontró a la mujer. Aproximadamente a los tres meses del suceso comunicaron a Judá que su nuera Tamar se había prostituido y estaba encinta, a lo que éste contestó que la sacaran y la quemaran. Cuando ella mostró las prendas del hombre de quien estaba embarazada y que Judá reconoció, éste respondió: «Mejor que yo es ella, pues no se la he dado a Sela, mi hijo». Tintoretto representa, con licencias, el escabroso encuentro que tiene lugar en el camino de Tamna entre el suegro y la nuera.
El segundo pasaje está descrito en el libro de Jueces y en él se narra el nacimiento de Sansón. Según el texto, un ángel se apareció a la mujer de Manué, que era estéril, para anunciarle que iba a concebir y a parir un hijo, «cuya cabeza no ha de tocar la navaja, porque será nazareo de Dios el niño». Este ángel se apareció por segunda vez a la madre de Sansón en una ocasión en la que se encontraba sola en el campo. El momento que Tintoretto pintó, por la posición de las figuras, parece aproximarse más al primer encuentro.
Jacopo Tintoretto ha concebido ambas telas con unos esquemas similares. Las figuras femeninas ocupan en ellas el lateral izquierdo, mientras que Judá y el ángel se instalan en el lado derecho y dejan en el centro de los lienzos unos espacios limpios que se abren a amplios paisajes. La gama cromática y la elegancia que se desprende de las figuras se han puesto en relación con una fase concreta en la vida de Tintoretto en la que dio respuesta a los esquemas y maneras del Veronés. La combinación del rosa palo, amarillos y ocres contra los tonos azulados y grises del paisaje en la escena de Tamar y Judá, resultan, por su concepción, de «una sensibilidad idílica», como comentó Pallucchini. Las pinturas se han relacionado con otros lienzos, como el Verano de la National Gallery of Art de Washington, donde la cabeza de esta figura alegórica reproduce los mismos rasgos que los de Tamar; y San Jorge y el dragón de la National Gallery de Londres, por la fortaleza que aparece en los fondos de ambas telas, por la construcción y por el colorido que emplea. En estas dos obras se percibe un colorido luminoso y un refinamiento típicos del Tintoretto en la década de 1550.
Mar Borobia