La pelirroja con blusa blanca
1889
Óleo sobre lienzo.
60,5 x 50,3 cm
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Nº INV.
774
(1978.50
)
Sala 33
Planta primera
Colección permanente
Henri de Toulouse-Lautrec fue sin duda el pintor que mejor representó la realidad urbana del París de finales del siglo XIX. En sus obras nos dejó un repertorio inigualable de imágenes del ambiente marginal y bohemio de Montmartre, en donde se refugió tras huir voluntariamente del mundo de la alta sociedad al que pertenecía.Ahora bien, su pintura no se debe ver como una mera crónica de lo anecdótico sino como la búsqueda de los valores intemporales, tal y como había dejado escrito Baudelaire: «El pintor de la vida moderna debe fijar por un lado lo fugitivo, lo contingente, y por otro lo eterno y lo inmutable».
En La pelirroja con blusa blanca, de la colección del Museo Thyssen-Bornemisza, Lautrec retrató a Carmen Gaudin, una muchacha de origen obrero que había descubierto en la avenue Clichy en 1884 y por la que se había sentido fascinado de inmediato. Su pelo rojo y su tez blanquecina, que incrementaban su aspecto desvalido y melancólico, se correspondía a la perfección con el tipo de muchacha que él ambicionaba representar, por lo que esta joven se convirtió en la protagonista de varias pinturas de esos años. Entre ellas cabe mencionar Carmen Gaudin, Carmen la pelirroja, Carmen la pelirroja con cabeza baja, La lavandera y Carmen de frente, en las que el pintor inmortalizó su semblanza en múltiples posturas y atuendos, con la insistencia y repetición tan características en su obra.
Lautrec, que generalmente huía de la pintura al aire libre propia del impresionismo, pintó estas obras en el interior del taller que compartía con Henri Rachou en la rue Ganneron. En la pintura de la colección Thyssen-Bornemisza, el fondo del estudio está tratado de forma abocetada para intentar que pase desapercibido y poder otorgar así todo el valor a la modelo. A pesar de la actitud sencilla con la que la representa, la atmósfera de melancolía que desprende toda la composición hace de ella una obra maestra. La técnica pictórica utilizada, de pequeños toques y una gran espontaneidad en el trazo, es heredera de la técnica impresionista. Con esa ejecución intencionadamente tosca e inacabada el artista logra llenar de poesía esa imagen que, por otra parte, resulta muy real gracias a la agudeza de observación que se evidencia especialmente en el cabello, que pinta con un cuidado extraordinario, tanto los mechones de pelo que le caen a la muchacha sobre los ojos como los que se salen del desordenado moño sobre la nuca.
Como en otras de las representaciones de esta misma modelo Lautrec logra una nueva y moderna aproximación al arte del retrato que va más allá de la simple representación naturalista de la retratada. Al mostrarla de medio perfil con la cabeza inclinada y el pelo sobre la frente ocultando parcialmente el rostro, anula toda referencia a su identidad personal y la convierte en una representación eterna e imperecedera del ser humano.
Paloma Alarcó
En La pelirroja con blusa blanca, de la colección del Museo Thyssen-Bornemisza, Lautrec retrató a Carmen Gaudin, una muchacha de origen obrero que había descubierto en la avenue Clichy en 1884 y por la que se había sentido fascinado de inmediato. Su pelo rojo y su tez blanquecina, que incrementaban su aspecto desvalido y melancólico, se correspondía a la perfección con el tipo de muchacha que él ambicionaba representar, por lo que esta joven se convirtió en la protagonista de varias pinturas de esos años. Entre ellas cabe mencionar Carmen Gaudin, Carmen la pelirroja, Carmen la pelirroja con cabeza baja, La lavandera y Carmen de frente, en las que el pintor inmortalizó su semblanza en múltiples posturas y atuendos, con la insistencia y repetición tan características en su obra.
Lautrec, que generalmente huía de la pintura al aire libre propia del impresionismo, pintó estas obras en el interior del taller que compartía con Henri Rachou en la rue Ganneron. En la pintura de la colección Thyssen-Bornemisza, el fondo del estudio está tratado de forma abocetada para intentar que pase desapercibido y poder otorgar así todo el valor a la modelo. A pesar de la actitud sencilla con la que la representa, la atmósfera de melancolía que desprende toda la composición hace de ella una obra maestra. La técnica pictórica utilizada, de pequeños toques y una gran espontaneidad en el trazo, es heredera de la técnica impresionista. Con esa ejecución intencionadamente tosca e inacabada el artista logra llenar de poesía esa imagen que, por otra parte, resulta muy real gracias a la agudeza de observación que se evidencia especialmente en el cabello, que pinta con un cuidado extraordinario, tanto los mechones de pelo que le caen a la muchacha sobre los ojos como los que se salen del desordenado moño sobre la nuca.
Como en otras de las representaciones de esta misma modelo Lautrec logra una nueva y moderna aproximación al arte del retrato que va más allá de la simple representación naturalista de la retratada. Al mostrarla de medio perfil con la cabeza inclinada y el pelo sobre la frente ocultando parcialmente el rostro, anula toda referencia a su identidad personal y la convierte en una representación eterna e imperecedera del ser humano.
Paloma Alarcó