Retrato de una mujer como una Vestal
Angelica Kauffmann, artista de origen suizo, se educó en el entorno familiar con su padre, Joseph Kauffmann, pintor y decorador mural. Angelica fue una artista precoz, de gran talento, cuyos primeros trabajos independientes se fechan durante su adolescencia. Su carrera transcurrió entre Italia, donde se formó en las ideas neoclasicistas que empezaban a extenderse en los círculos artísticos y donde está documentada a partir de 1762 en Florencia. Durante sus primeros años en Roma, desde 1763, estudió la escultura clásica y perfeccionó aspectos técnicos como la perspectiva; en esta etapa retrató a uno de los teóricos del movimiento neoclasicista, Johann Joachim Winckelmann. En 1766 desembarcó en Inglaterra, donde llegó acompañada por lady Wentworth, y visitó a los pocos días el taller de Joshua Reynolds. Angelica Kauffmann apareció en Gran Bretaña en un momento propicio, cuando las propuestas del nuevo estilo se encontraban en una fase de gran pujanza. Dos años más tarde participó en la fundación de la Royal Academy, donde expuso sus obras. A lo largo de su carrera Kauffmann trabajó la pintura de historia y la decoración interior, pero fue particularmente apreciada en su tiempo por sus retratos.
Este lienzo entró en la colección Rohoncz en 1928, procedente de una colección privada alemana, y participó en la exposición de Múnich de 1930. En el catálogo de esta muestra la pintura figuró ya como obra de Angelica Kauffmann, con el título que presenta actualmente, además de recoger, brevemente, la opinión de C. F. Foerster, que fechaba la tela en la década de 1780.
La pintura del Museo resume una tipología empleada con éxito en la retratística de la época. Así, la dama se presenta ante el espectador recreando un momento de inspiración clásica; en este caso para ofrecer un sacrificio a Minerva. Esta diosa, una de las principales divinidades del mundo romano, símbolo de la sabiduría, se personifica en un segundo término, en la escultura, donde se distinguen, entre otros objetos, el casco y el escudo. El pie de la artística pira donde la mujer ha arrojado su ofrenda se decora con una guirnalda de flores y una serpiente, que nos vuelve a remitir a la diosa, ya que es también uno de sus símbolos. La pintura, en sus últimos planos, se ejecuta con una pincelada diluida, muy abocetada, con la que traza los muros interiores y el jardín de la izquierda. Sin embargo, el toque se torna más acabado en la figura, especialmente en el rostro y en el peinado. La composición se inspira en un óleo de Joshua Reynolds, de la colección del Art Institute of Chicago, fechado en 1765, donde se representa a Lady Sara Bunbury ofreciendo un sacrificio a las tres Gracias. La concepción general del retrato, la posición de Sara Bunbury, así como otros detalles concretos, mantienen una estrecha relación con la pintura del Museo.
Mar Borobia