Quappi con suéter rosa
El incisivo y personal estilo de Beckmann se tornó más suave a partir de mediados de la década de 1920, coincidiendo con el momento en que conoció y contrajo matrimonio en segundas nupcias con Matilde von Kaulbach, más conocida como Quappi. Los gruesos contornos negros, que en otro tiempo representaron con amargura la sociedad que le rodeaba, delimitan a partir de este momento los rasgos de su joven y atractiva mujer. Quappi, vestida a la moda con un cigarrillo entre los dedos es convertida por la rápida técnica de Beckmann en el prototipo de la mujer moderna: decidida y segura de sí misma. El retrato fue comenzado en 1932 y finalizado en 1934, cuando Beckmann cambió la fecha y la expresión de Quappi, haciendo su sonrisa más comedida y más acorde con la preocupación de la pareja ante la llegada de los nazis al poder.
El arte de Max Beckmann fue un caso aislado dentro del arte alemán de su época. No formó parte de ninguno de los sucesivos movimientos expresionistas y, aunque tuvo una cierta vinculación con la nueva objetividad, nunca le convencieron sus rígidas y frías fórmulas. Beckmann prefería representar el mundo como una tragedia para el hombre y su lenguaje llegó a tener un tono muy amargo.
Quappi con suéter rosa es uno de los múltiples retratos de su mujer, Mathilde von Kaulbach (1904-1986), llamada familiarmente Quappi. Hija del pintor alemán Friedrich August von Kaulbach, se convirtió en 1925 en la segunda mujer de Max Beckmann y su fiel compañera hasta su muerte. El pintor la retrató en numerosas ocasiones, mostrándola como representante de ese nuevo tipo de mujer decidida, moderna y segura de sí misma, que aparece con frecuencia en otras obras de sus contemporáneos. Según recoge el catálogo razonado del artista, el retrato del Museo Thyssen-Bornemisza fue ejecutado en dos fases. En una primera sesión, pintada en Frankfurt en 1932, el retrato quedó prácticamente terminado; pero dos años más tarde, durante la estancia de la pareja en Berlín, el pintor introdujo alguna modificación y, como se aprecia a simple vista, cambió la fecha que aparece junto a su firma. A través del testimonio de Stephan Lackner, el primer propietario del retrato y un buen amigo de Beckmann, sabemos que en la primera versión, Quappi tenía una sonrisa más amplia. No en vano, en el intervalo que había transcurrido entre las dos sesiones, la vida de los Beckmann había sufrido una fuerte transformación. Los nazis habían obligado al pintor a abandonar su cargo de profesor de la academia de Frankfurt y la pareja vivía clandestinamente en Berlín, intentando pasar desapercibida.
Quappi está representada de frente, sentada en una butaca azul con las piernas cruzadas. La joven posa elegantemente, en una actitud muy sensual, con un cigarrillo entre los dedos y ese aire indefinido de superioridad, tan moderno, que en ocasiones llevó a titular equivocadamente el cuadro como La americana. La propia Quappi ha relatado que la mayoría de sus retratos habían sido concebidos para resaltar alguna de sus prendas de vestir: Quappi de azul sobre la barca (1926-1950), Quappi con una pelliza blanca (1937), Quappi de azul y gris (1944), Quappi con camiseta verde (1946). Esa fijación por las vestimentas de su mujer estaba motivada, según sus palabras, por el intento de «captar la magia de la realidad y transformarla en pintura». En esta ocasión está vestida con un llamativo jersey rosa de pico, a juego con un bonete del mismo color, que ella misma acababa de comprarse en Frankfurt.
La pintura de Beckmann en esa época no disimula una cierta influencia francesa, fruto de sus constantes visitas a París. La decoración plana y esquemática del fondo y su manera de integrarse con la imagen de Quappi nos remiten a modelos de Matisse. Por otra parte, el retrato está pintado con una técnica rápida, como si quisiera captar un momento de inspiración. Beckmann está más interesado en plasmar las líneas básicas de la composición que en representar minuciosamente los detalles. Hace un esbozo con sus característicos contornos gruesos de color negro, y posteriormente va aplicando las distintas capas de color. En las composiciones de Beckmann, el negro tiene un gran protagonismo. No sólo delimita los contornos, sino que también aparece en grandes áreas, como en la franja vertical de la izquierda del cuadro que agudiza la verticalidad de la figura, al tiempo que su intenso negro dirige nuestra mirada hacia unas profundidades ambiguas y desconocidas.
Paloma Alarcó