Nubes de verano
Emil Nolde pintó Nubes de verano en 1913, el mismo año en que partió hacia las lejanas islas del Pacífico Sur acompañando a la expedición antropológica de Kutz-Leber, que tenía como misión estudiar las gentes de Nueva Guinea. Durante el trayecto a través de Rusia, Siberia y Manchuria realizó numerosos apuntes y algunas pinturas.
Para Nolde, un artista que siempre vivió a orillas o cerca del Báltico, el mar fue siempre un sugerente motivo de inspiración. Su estado cambiante tenía para él un fuerte contenido simbólico y pintó el mar en múltiples ocasiones a lo largo de su carrera. Este paisaje marino, pintado con un grueso empaste de pinceladas vigorosas y un potente colorido, está protagonizado por unas amenazadoras nubes cuyo progresivo ennegrecimiento, que anuncia una intensa tormenta sobre un mar agitado, acrecienta la tensión de la obra. En un artículo publicado en 1922, el profesor Alfred Heuer escribía: «Hacia el borde superior de la pintura, que deviene más y más azul, empujando en todas direcciones, sin control hacia el infinito, abrazando todo el universo, produce un efecto que excede de lejos los límites del cuadro: sólo el mar, las nubes y el cielo; la inmensa soledad de los mares del norte... En comparación, qué prosaico parece Lieberman con sus paisajes marinos impresionistas. De qué forma tan diferente Böcklin trata de vivificar su mar por medio de criaturas legendarias, de las que Nolde no tiene necesidad. Sólo Hodler, evocando con una mano divina las cimas montañosas de su Suiza nativa, participa del mismo espíritu de Nolde».
Nubes de verano pasó a las colecciones de la Kunsthalle de Kiel en 1921, hasta que fue confiscada por las autoridades nazis en 1937 y quedó en los almacenes del Schloss Niederschönhausen, junto a un numeroso grupo de obras tildadas de «degeneradas» hasta su venta por el Gobierno alemán. Entró en la colección Thyssen-Bornemisza en 1972.
Paloma Alarcó