El mantel rosa
La carrera artística de Braque se vio interrumpida cuando fue llamado a filas durante la Primera Guerra Mundial, lo que provocó su alejamiento de Picasso y un apaciguamiento de su espíritu vanguardista. El tradicionalismo imperante durante el periodo de entreguerras, unido a la serenidad que le produjo su madurez, despertó el espíritu clásico de Braque, que, sin abandonar el lenguaje del cubismo, al que siempre permanecerá fiel, realiza un conjunto de naturalezas muertas que se caracterizan por sus ritmos ondulantes y sus contrastes de texturas. Ese clasicismo se anunciaba ya en un texto que escribió en 1917: «La nobleza nace de una emoción contenida. La emoción no debería traducirse en un temblor agitado; tampoco puede añadirse ni imitarse. Es la semilla, la obra es la flor. Amo la regla que corrige la emoción».
El mantel rosa, del Museo Thyssen-Bornemisza, pertenece a esa serie de naturalezas muertas pintadas en la década de 1930 y expuestas en la galería de Paul Rosenberg de París en noviembre de 1938, en las que Braque logra alcanzar una monumentalidad propia de la pintura tradicional. Los objetos que componen el bodegón —menos fragmentados que en sus primeras obras cubistas y algunos de ellos incluso representados de forma casi naturalista— están dispuestos sobre una mesa en la que ha colocado un ondulante mantel rosa, que, al estar representado en paralelo al plano pictórico, acentúa la bidimensionalidad de la composición. El fondo organizado en bandas verticales, el papel pintado de formas geométricas y las molduras rectangulares del zócalo de madera, producen un juego de formas angulares que contrastan con las líneas suaves y sinuosas del mantel. Aunque Braque venía pintando bodegones desde su recuperación de las heridas que había recibido en la guerra de 1914, en estas naturalezas muertas del final de los años treinta comienza a introducir referencias a la estancia donde se sitúa la composición. Aparece así un nuevo interés por la representación de interiores, que nos anuncia ya los Ateliers de los años cuarenta.
La obsesión de Braque por los aspectos táctiles y sensuales de la pintura, por la relación color-materia, que consideraba indisoluble, hace que el color sea algo inseparable de su textura. «He tenido siempre la necesidad de tocar las cosas, no de mirarlas simplemente», manifestaba. Esto le lleva a preparar personalmente sus lienzos y a fabricar él mismo sus colores, mezclando distintos materiales con el óleo, para conseguir efectos de brillo, sequedad o rugosidad, según los casos. Por otra parte, en ocasiones imita en trompe-l’oeil las calidades de los materiales, recuperando las técnicas del oficio de pintor decorador que le había enseñado su padre cuando era joven.
En El mantel rosa Braque ha esparcido arena sobre una preparación blanca y sobre esta superficie rugosa aplica los colores. De esta forma, el artista consigue una fiel imitación de las texturas de los distintos objetos —el papel pintado del fondo, la madera del friso de la pared o el mantel— y una verosimilitud en las calidades de las cosas, provocando una sensación de aproximación a la realidad que se contrapone a la interpretación más intelectualizada de la sintetización cubista de las formas.
Christopher Green compara este cuadro con Naturaleza muerta con mandolina, en el que se repite el mismo tipo de diseño zigzagueante del fondo. Con la introducción de este motivo decorativo, Braque no sólo hace referencia al papel pintado que había tenido un protagonismo tan esencial en la invención del papier collé del cubismo, sino que además realiza un juego irónico sobre la, quizás excesiva, influencia del cubismo en la decoración tras la Exposición Internacional de Artes Decorativas de 1925. Al reproducir ese diseño plano y dentado, hace una alusión irónica a la paradoja de cómo la moda había llegado a canonizar unos motivos inspirados en la revolución plástica de la vanguardia que el propio Braque había protagonizado.
El lienzo, que perteneció durante décadas a la familia de Paul Rosenberg (1881-1959), conserva su bastidor original, que lleva la etiqueta de Lucien Lefevre-Foinet (n. 5627), un importante suministrador de materiales artísticos, cuya tienda se encontraba cerca del boulevard de Montparnasse de París.
Paloma Alarcó